miércoles, 28 de abril de 2010

Hablando a la esperanza


Hablando con la locura no pude reprimirme preguntarla “¿es cierto todo lo que nos enseñas? ¿Es cierto que el hombre puede tocar las estrellas? ¿Puedo allí olvidar lo que me apena? ¿Puedes llevarme a algún lugar donde los sentimientos y la verdad es lo que impera?”

Mas la locura entre cada pregunta no podía evitar reírse al poder escuchar lo que dije. Me dirigí entonces al amor, con cierto temor y devoción me atreví a preguntar “¿Existe el amor sin dolor? ¿Es posible poder la adoración por otro ser humano sin que este a cambio te olvide y separe de mi lado?” Pero el amor reflexionaba en silencio las palabras con las que en un intento necio por comprender cuál podría ser el precio a lo que yo decía.

Entonces miré a la fe, una reconfortante sonrisa en su rostro los pies me hizo mover, acercándome a ella me dispuse como antes a proceder “Entonces, dime fe ¿qué podría hacerme tirar la toalla? siempre pase lo que pase y vaya donde vaya repito mis errores, dónde estaba la razón dominante llegan los sentimientos y ganan la batalla, cómo puedo evitarlo?”

Pero esas palabras no parecieron inmutarla, pude notarlo al ver como sonreía mientras me observaba como si fuera un pelele, quizá para esta una miserable y desagradecida rata. Por lo que me dispuse a acercarse a la desidia, moviendo un asiento y sentándome a su lado en una silla. “Dime, es posible dejarse abandonar a la vida cómo aquel que ahogado de sus penas se tira al mar?” Pero desidia hizo gala a su nombre, quedándose sin hacer nada, quizá porque no me entendía o quizá por desgana. “Cómo ganar esta batalla que llamamos vida, cómo podría evitar esos pensamientos dignos de un suicida?”.

Mi mirada se volvió a la ira, llenándome de ese sentimiento para golpear la mesa con toda la furia y fuerza de mi vida, gritándola: “Es que acaso no hay lugar para el perdón? Dónde puedo pues encontrar esa perdida, pérfida y maldita salvación?” Pues a medida que más la miraba la cólera y furia en mi corazón iba ganando la batalla, el sentimiento de redención fue tornándose en oscura amargura que colmaba mi corazón hasta que mis labios tomó finalmente la esperanza.

Labios finos y cálidos, mirada felina y penetrante que derritió mi pecho no cándido… una voz dura y la vez fina que calmaba cual morfina mi respiración y las pulsaciones de mi corazón… una llamada a la templanza, quizá a la salvación… por fin mi alma alcanzó la paz con vos. Una vaga posibilidad que válgame Dios, tan atenta y bella… me derrite como si yo fuera de cera. Al final, de una vez por todas… llego el amor… dejando de lado mi locura, colmando mi fe, abandonando la desidia y la ira que me llenaba de rencor… llegaste tú, por fin pude ver finalmente la luz. Cegándome y con miedo de quedarme de nuevo en la oscuridad que tanto tiempo he tardado en poder abandonar… temiendo que como una polilla esta relación se pueda consumir y quemar, no lo digas jamás, por favor… no digas que un día esto pueda acabar, que de mi persona te puedas cansar… ya que se trata de la peor de las torturas que puedo soportar, un mayor dolor del que te puedas imaginar (tanto tú como yo)… engáñame, miénteme… dime que lo nuestro no terminará… jamás.

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