jueves, 13 de febrero de 2014

El currante de Leganés



EL CURRANTE DE LEGANÉS

No pasa ni un solo coche,
Ya pocos testigos cuentan,
Algunos valientes y otros recios
que no dejó una sola piedra,
los comerciales todavía padecen,
los técnicos la oficina dejan.
Pudiera ser un puesto de paso
Escuetas nominas sueltan
latigazos, en que se escuchan
de una cuenta corriente hueca,
lucen monitores de plasma
con su zumbido la voluntad quiebra
vagan, y aúllan los peros
del cliente y “sus perlas”:
en que tal vez en la campaña
han debido sufrir amnesia
que en misteriosos pedidos
otra petición, y a grito el lema,
“que con muchas gestiones cobros provoca
y de la factura pierden la testa”.
El panorama estaba sombrío,
Ya empezaban con que había “pellas”,
No dejando ni un momento,
y allá en la ofi, cual guerra
mal karma, se trabajaban
fuera de diario o fiestas,
y del pobre currillo
las grandísimas penas,
donde hace su labor y de paso
el del coordinador, tela marinera.
Sin dar lugar a reproches
Le quedaba la jornada entera
Aguantando al cliente
Y dando lo máximo como una fiera
Arreglando con mucho brío,
Demostrando su proeza,
A tientas y barrancas,
Con documentaciones obsoletas,
empresa de regida por cabrones,
pero los trabajadores suplen su incompetencia.
Súbito sonido de llamadas
descuelga y un ¡ay!, suspiró;
un ay iracundo, un ay
al saber cuál era la razón
que se trata de esa hiena
y otra incidencia nos asignó.
Un ¡ay!, tan rotundo
Para encomendarse a Dios.

El ruido
cesó,
escribe un nombre
ticket
actualizado,
el sendero
allanado
y por antojo
por un cigarro se ausentó.
Con prisa
y destreza
junto al muro
de un gimnasio
y en la sombra
se lo fumó.

Luego vuelve y sin falta,
Mejora su aptitud,
Para solucionar otro marrón
Tormentosa cruz
Que no quisiera, pero la vida es dura
y de noche sin más luz
que un monitor que alumbra
una imagen de Jesús,
atraviesa el embobado
el ratón en la mano aún,
que cliqueó todo perplejo
un script para salir de esta cruz.

Regret's tales



I
Dando la batalla por pérdida
Sin rumbo y sin ilusión,
Ave abatida por la flecha de un traidor
Confundida, cae en el vacío, presa del dolor.

Cuan alto ha sido el precio
Que ha pagado el necio,
Por tirar piedras contra su tejado
Insensible, ido, enajenado y encolerizado

Perfecta combinación
Para perder lo que más ha amado.

II
Daño por sus errores e insensibilidad.
Sus palabras fueron un instrumento letal,
Por eso nena, dime, ¿merece la pena?

Tiene fuego en las venas,
Le puede la ira, la soberbia y la vanidad.
Por eso nena, dime, ¿merece la pena?

Viscerales son sus entregos,
Tanto en lo serio como en los juegos,
Por eso nena, dime, ¿merece la pena?

Solo tú en él has podido encontrar
Algo de provecho para volverte a fallar.
Por eso nena, dime, ¿realmente merece la pena?

III
De cada día, de pequeñas cosas,
Resucitar esa rosa muerta,
Verla volar como la más hermosa mariposa,
Verme como antaño al abrir la puerta.

No es tarea sencilla, es postergada,
Pero mayor motivo por ganar esta cruzada.
Y conseguir el mayor galardón:
Poder curar tu corazón.

Que son eso, solo palabras,
Pero cierto es que también es mi espada
Mi alma y mi razón, espejo del amor
Que proceso por tan bella flor.

IV
Pagar cualquier fortuna por tu sonrisa.
Y para sacarte de la oscuridad,
Me tomaría la eternidad,
Contigo no hay ninguna prisa.

Derribar tejados, derrocar los gobiernos,
Remover cielo y tierra,
Por devolver el calor
A tu corazón de invierno.

No hay crimen más horrendo
Que el que he cometido,
Pero no conocía un amor tan intenso
Hasta que te he conocido.

V
Te imagino en mi mente que
Nadando cual elegante cisne.
Levantas una mirada firme
Hasta lo más alto del horizonte

Una luna de sangre,
En la que se recorta lejos, en la lejanía
Una figura que alborota a toda una jauría,
Lejos de la mano del hombre.

Gozando de la melancolía que destila,
Pareciendo  sin duda
Sacado de un poema de Machado,
Se queda mi musa a dormir tras haberse marchado

Y a veces se marcha sin irse,
Se marcha a su mundo, lejos de aquí.
No la culpo tras lo que hice,

Esperando que al menos allí sea feliz.

Cómo negar que eres mi mundo



Cómo negar que seas mi mundo,
Si noto tras el primer segundo
La ausencia de tu aliento,
Me lo arrebató el fuerte viento.

Cómo puedes decir que no me preocupe
Si yo soy la fuente de cuanto sufres.
Secaría cada lágrima de tus ojos,
Cumpliría cualquiera de tus antojos.

Y recorrería con una suave caricia tu pelo,
Sería una delicia entregarte el mundo entero.
Rompería el reflejo de mis fracasos,
Una promesa imposible que no viene al caso.
Pero lo que si merece la pena
Es poder hacerte feliz lo que te resta.
Para la más bella, lista y honesta

Todo mi amor y la vida entera.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Cae el telón

Grand Rapids, 23 de diciembre del 2009. Barrios bajos

En el paisaje nocturno de la ciudad brillaban distantes las sirenas de policía, con su peculiar llanto anunciando otra crónica necrológica para el día siguiente o alguna pelea entre bandas. Eso daba igual, más tormento le producía aquel imbécil que insistía en pedirle un cigarro... “puta bolsa de zumo de sangre, si no fuera porque el vecindario llamaría a la policía te hubiera arrancado la cabeza” --eh venga tío, solo unos tiros al menos--

En su interior algo le hacía desear de complacer aquel deseo LITERALMENTE. Escurrió la diestra hasta el interior del abrigo, el sonido sordo de una pistola silenciada fue lo único que pudo escuchar aquel pobre idiota antes de desplomarse al suelo balbuceando con una espuma sanguinolenta, además de los tres disparos en el pecho --si me pides eso no te lo negaré, bolsa de plasma--

“Es el cuarto imbécil que mato con la misma broma, tengo que ampliar el repertorio de chistes” de inmediato recogió el cadáver para arrastrarlo hasta el interior de la maleza que rodeaba una fuente de granito que estaba poblada de musgo y enredaderas que seguramente había vivido una época mucho mejor a la actual.“Por cierto, donde se habrá metido?” se preguntó al finalizar con aquello, seguro de que si continuaba esperando le acabaría cogiendo la policía a pesar de sus esfuerzos por esconder el cuerpo del mortal.

Con los nervios más inestables que un cartucho de nitroglicerina en las manos de un viejo con parkinson, se mantuvo en la acera esperando. Las sombras realzadas mediante su influjo ocultaban la inquieta mirada, que de cuando en cuando viajaba para observar hasta donde depositó el cadáver “mierda, no se va a incendiar el sitio solo”, a pesar de esa maldición algo en su interior le hacía sentir a mejor estando lejos de esa pira. Algo que superaba su bravuconería era su sed de poder, Lorenzo no se había ido haciendo huecos en la escala del poder hasta ser ductus únicamente machacando cabezas contra el asfalto, era despiadado y no titubeaba a la hora de mancharse las manos (literalmente, fuera de enemigos o aliados) para poder lograr la victoria. Cualquier cosa era necesaria para complacer al arzobispo y dejar bien claro que su manada era de las más efectivas en la costa oeste.

Era menester aquella noche reunirse y ayudar a empezar un incendio, el aire frio le atravesaba pero no daba signos de inmutarse, pálido y con sendas arrugas en su rostros se apresuraba para llegar a la reunión, apretó el paso mientras llevaba a cuestas un bidón de gasolina disimulado, trató de ser sigiloso pero aunque la vista de Lorenzo no pudiera escrutar a la perfección en la oscuridad que poblaba alrededor por doquier hubiera podido ver llegar el robusto Brujah desde la lejanía, llegando con un fardo de telas que le daba un toque de vendedor ambulante “vaya, Carlo viene con ganas de juerga, al menos será divertida la noche”. Antes siquiera de que él pudiera continuar acercándose hasta Lorenzo, comenzó a caminar hasta su dirección ya que sería la vía indicada para llegar a los barrios bajos de Michigan

No de cualquier forma llevaba el combustible, el bidón estaba envuelto como un fardo en telas, trataba de no menearlo mucho cuando vio a Lorenzo, andó con más calma y una vez frente a frente a él dejó el fardo en el suelo --me traje el mío! 5 litros--El Brujah empezó a reír forzosamente. Lorenzo cada vez que escuchaba aquella risa de lunático sentía un pequeño escalofrío incomodo a su lado, no obstante su tensa mirada estaba velada por la oscuridad intensificada de sus facciones --nos han encomendado un cuchitril de la ciudad-- Dijo --un puto teatro decaído-- aquello suponía que tendrían suerte si era un nido de caitiffs o de algún juerguista brujah de la camarilla, lo cual más que preocuparle le entusiasmaba. Un brillo de locura asomaba en las facciones del vástago al sonreír por el hecho de imaginarse algo de acción en aquella pantalla de humo.

Carlo cogió el fardo con la diestra, la otra mano descanso en el hombro de él, como si gozase de mucha confianza con Lorenzo --tienes coche, moto?, no soy complicado con los encargos-- resopló -- tienes algún plan? este es mi primer incendio-- soltó con voz melódica con ironía. Lorenzo no tomo aquel exceso de confianza para bromear con él con demasiado entusiasmo, un sordo sonido de dientes rechinando fue la única respuesta mientras caminaba por la calle. Con un pequeño deje de molestia en su voz respondió a su camarada. --Lo que tenemos que hacer es fácil, irrumpimos en el sitio, vertemos la gasolina y nos vamos al prenderle fuego. Tendremos suerte si puedo presentar a algún caitiff o juerguista cami a “Suzanne”--  Que era como llamaba a su colt del 45’ con silenciador.

--si hay gente para jugar mejor--  Carlo supuso que aquella mención que hizo Lorenzo era a alguna arma, él sin embargo era más "tradicional" en su bolsillo llevaba una navaja de mariposa que mucho tiempo llevaba ya con él, le siguió por la calle --está muy lejos?-- empezó a incordiar. Lorenzo no sabía cuánto tiempo llevaba exactamente Carlo en la manada, si algo le salvaba de que le arrancase la lengua por sus comentarios era la eficiencia del Brujah a la hora de perpetuar las mayores masacres jamás concebidas en la mentes de los jóvenes Americanos, el pensamiento de acabar como aquella banda de Latin Kings logró contener a Lorenzo y simplemente contestarle --no tardaremos más de media hora a pie, tenemos las furgonetas aparcadas en la avenida del teatro... va a arder todo el puto barrio Carlo, no nos pueden ver llegar JODER-- bueno, o se supone que era mejor así tras haberlo discutido en aquella carnic... reunión de líderes Sabbat, cualquiera le llevaba la contraria al arzobispo tras las demostraciones que pudo ver con otros entusiastas de tal idea.

Carlo se llevó la palma de la mano a la frente, tenía lógica lo del coche, era un efectivo de campo... por eso no se le encomendaban misiones en solitario; estaba ansioso y quizá eso fuera bueno, se metía la mano libre en el bolsillo, tanteando la navaja mientras estaba pendiente de las idas y venidas de los coches o de cualquiera que pudiera identificarlos, no era consciente si sus modos podían acabar con la paciencia del ductus. “Me cago en la puta” pensó Lorenzo al imaginarse cómo sería aquello. Cuando ellos encendiesen la mecha con aquellos incendios provocados y la policía fuera a por ellos entonces otras manadas empezarían su peculiar incursión en la ciudad a la caza de los antiguos, al contrario de lo que pensara su manada él hubiera deseado formar parte de la caza principal, pero aquello prometía risas. Al menos se reiría con los cerdos (los polis) al intentar cazarles en vano. Poco quedaba ya para llegar al lugar y empezar a jugar, las pulsaciones aumentaban y Carlo afinó los sentidos tanto como pudo, era el momento de usar sus dones, su compañero le pareció más calculador que él --¿qué coche has preparado para la huida?--

--Nosotros tendremos cuatro furgonetas diseminadas por la zona para nuestra manada, las ha ido consiguiendo Marley y Brandon...--Las facciones del rostro de Lucio no cambiaban un ápice a medida que iba explicándole todo, haciéndose obvio que lo tenía memorizado --los otros que les den por culo, tienen sus propios recursos...no podemos hacer de niñeras...-- Finalmente fue con el desenlace cuando su expresión pareció mostrar entusiasmo, entreviéndose un deje de entusiasmo en aquella mirada oculta en las sombras --...entonces nos reiremos con los polis, Carlo--

Al cruzar la esquina se mostró el escenario de la escaramuza a pesar de la mala iluminación intermitente que lograban las farolas. El teatro al igual que el barrio de Grand Rapids en donde se encontraba. Los tablones de madera habían ido adquiriendo un tinte oscuro y nocivo, sin duda estaban podridos, parte de la fachada estaba apilada en un callejón tras derribarse pedazos de cemento que habían estallado en pedazos al impactar contra el suelo. Las puertas principales presentaban un aspecto más sólido que el resto del edificio, resguardadas con cadenas cerradas con grandes candados que ya habían empezado a oxidarse. El lugar parecía cerrado a cal y canto, una pizca más de riesgo que no hacía más que propiciar en Carlo una risa fácil y forzada, le inundaban sensaciones y colmaban sus sentidos, algo que no podían permitirse  --qué bien lo vamos a pasar!!--  movía su cabeza afirmando, comentándole a Lorenzo pero también auto convenciéndose a sí mismo.

 En aquel lugar se escuchaba el eco lejano del tráfico y el inconfundible tosido de algún pordiosero mendigo. Lorenzo pensó que sería mejor entrar por la parte de atrás para evitar que algún imbécil con tendencias de héroe o algún poli les viera. --Arranca esa puerta de sus goznes-- ordenó Lorenzo de manera rabiosa, casi como un gutural gruñido; impaciente por empezar la pira de ese edificio antes de que algún otro miembro lo hiciera antes --no tenemos tiempo que perder, joder-- Carlo dejó el fardo de gasolina en el suelo con gesto serio, con cuidado lo desplazo a su izquierda y fue resuelto hacia la puerta. Sus botas militares resonaron en ese corto trayecto, no era nada fácil la tarea... primero tanteo, la movió con la precisión de un experto, buscando el punto débil de esta para hacer el movimiento preciso. De repente se detuvo en su análisis, hizo dos o tres movimientos violentos y la puerta cedió, pero no pudo evitar hacer ruido al hacerlo...esperaba que los ruidos de ambiente sofocaran el acto.

A pesar de aquel sonido que hizo al abrir Lorenzo en lo único que se preocupo fue en taparse instintivamente el rostro ante la humareda de polvo que les rodeaba al abrir la puerta. Con un gesto de su mano aireaba a su alrededor, mientras avanzaba hasta el interior. Sus ojos escrutaron entre la oscuridad del lugar, observando el lugar con detenimiento. La puerta trasera del teatro daba a un largo pasillo que contenía algunas salidas -quizá camerinos o hasta el escenario-, las paredes estaban cubiertas de telas de araña y la madera parecía carcomida, algunos segmentos del pasillo estaban arrancados y prefería no mirar abajo para ver lo que hubiera allí.

Carlo primero pensó en apoyar la puerta en la pared, pero terminó tumbándola al suelo, lo más lejos posible de la entrada. Después siguió a su compañero, afinando la vista, los sentidos a la oscuridad, a medida que Lorenzo iba explicando todo lo que veía hizo su mapa mental, puertas, pasillos, ventanas, por si tenían que salir por piernas de ahí, quien sabe si lo que planeaban podría escapárseles de las manos --hacia dónde?--  le dijo en voz baja, con gesto más serio, en esta parte del juego tenía que tener todo atado.

--Joder, ni que fuera un puto experto en teatros, Carlo-- la cabeza de Lorenzo fue de un lado a otro para mirar si había alguna puerta abierta en la que pudieran acceder a las entrañas del edificio... y prenderle fuego, claro --a ver... déjame mirar si...-- fue avanzando paso a paso lentamente, los gemidos que emitía la madera amenazaban con que fuera a desplomarse por su peso. --JA!-- exclamó triunfal con una sonrisa amplia al ver una de las puertas se podía acceder, la otra entrada estaba sepultada entre escombros y solo permitía que las ratas pudieran usarlas... si es que esos bichos podían sobrevivir sin ser aplastados por el amenazador mal estado del lugar --por aquí Carlo--

La euforia volvía a apoderarse de Carlo, con aquello derruido y la madera podrida ardería espectacularmente, hasta el momento no había signos de otros seres pero no contaba con eso... los problemas llegarían de un momento a otro, "qué importa" se decía a sí mismo, con el fardo de gasolina como argumento. Aquella entrada daba a un pequeño almacén donde permanecía apilado pelucas, maquillaje, ropa y otra clase de atrezo para actuaciones cubierta de polvo y moho. Entre ese laberinto de basura fue deslizándose para poder ir avanzando, con todos sus sentidos alerta paso a paso iba desplazando piedrecitas o pisando algún cristal roto, logrando que apretase los dientes por la crispación... no quisiera alertar a nadie, pero que cojones... allí no estaba ni un puto alma.

Carlo levantó la cabeza, mentón arriba, intentando olfatear algo, pero no había una buena ventilación con lo cual no percibía ningún olor, aquella aparente soledad le dio pie a hurgar entre las cajas con la mano libre. Iba detrás de Lorenzo y se permitió hacer un alto para coger una peluca de pelos oscuros erizados y colocársela...

"no hay nadie, no hay nadie, no hay ni cristo, no hay ni dios, no hay ni un puto alma..." iba pensando Lorenzo para sí mismo mientras avanzaba por el lugar, hallando una dichosa salida para poder continuar el tramo por aquel maldito teatro. Cuando cruzo la puerta se giro para observar a su compinche, al verle con aquella peluca no pudo evitar alzar un buen grito en el sitio --JODER CARLO! ES QUE HACES QUE PIERDA LA PUTA CABEZA!!-- literalmente, el ductus había perdido la cabeza cuando entre la oscuridad, justo encima de él unas enormes garras pasaron a toda velocidad cortando limpiamente su cuello.

De súbito aquella presencia corto el reproche de él, tan rauda e inesperada le hizo ponerse espalda con espalda con su decapitado socio, mirando hacia el pasillo que dejaron atrás, aquel que les llevaba fuera... las sombras le parecieron más oscuras o era simple paranoia apoderándose de él, echo la peluca hacia un rincón oscuro, como esperando alguna reacción. No era consciente de lo ocurrido, al oír un ruido seco, como un balón que cae al suelo y luego el cuerpo de su socio apoyándose en él, empezando a manar sangre empapándole. El penetrante olor de esta le sumió en un estado de frenesí. Cogió el fardo de gasolina, si debía incendiar algo lo haría ahí y ahora. Ante el enorme techo del escenario la oscuridad iba danzando y adquiriendo extrañas formas, ante la cabeza de Carlo algo se removía colgando y amenazante de repetir la misma acción que tomaron con su antiguo Ductus. El escenario que abarcaba buena parte daba hasta unos asientos descoloridos por el tiempo. Parecía que habían dado de lleno con un nido de gárgolas.

Ya actuaba por instinto y su estado le mandaba la ofensiva pura y dura, enseño los dientes, preparo sus garras y una potente patada hizo volcar el bidón de gasolina, iba en círculos mirado al techo a todos esos enemigos que se iban mostrando amenazantes a él. El fuerte olor de la gasolina se imponía al de la sangre y aunque sabía que era cuestión de tiempo que acabara como su colega, por lo menos alguno caería con él alguna puta gárgola. Estas no dudaron en aceptar tal desafío, pero aquel Brujah alertado y en tal estado no era una presa semejante al bravucón lasombra de antes... dos de aquellas criaturas se lanzaron en bandada con la intención de placar al vástago y permitir a su compañera rematarle si tuviera tal suerte.

Carlo en cambio no escuchaba sonidos, era como si fuera en piloto automático... miró a sus enemigos y se lanzo hacia ellos en un ataque de pura potencia y velocidad, estás dos maximizadas eran algo que no esperaban ellos como un perro mordió desgarró, hizo crujir articulaciones, después de está acometida se detuvo. Todo era rojo, le tocaba mover a sus atacantes por lo que espero jadeando por el esfuerzo. La gárgola que restaba hizo una pasada de largo, lanzando un gutural graznido que alerto a otra bandada más del techo del lugar. Mientras su compañera permanecía gritando de dolor por la presa que mantenía el vástago sobre su brazo, le restaba poco tiempo antes de que su acompañante aterrizara mientras la segunda bandada planeaba hasta abajo para unirse a la pelea. Los brazos del vástago se cerraron en torno al que tenía capturado, no sentía el daño que le causaban las garras debido a su estado de frenesí, la presa continuaba y los huesos cedían, conforme aumentaba la fuerza, estos se colocaban en la posición idónea en la cual finalmente hizo sonar el cuello, escuchó el graznido y soltó a su víctima, su mano fue a su bolsillo, tenía que anticiparse. Si le era posible, la mano encontró el zippo y de un chasquido lo echo al suelo empapado de gasolina a su alrededor.


La llamarada aparto de inmediato a la gárgola que había podido aterrizar, lanzando unos guturales graznidos más fuertes. Ante eso el nido entero comenzó a alborotarse, comenzando a planear y a abandonar el sitio ante el inminente incendio que estaba comenzando a propagarse. La madera no fue gran rival para las llamas, seca y podrida... fue cediendo tan rápido que el pobre Carlo ni siquiera lo vio venir.

La bañera

Ya tanto tiempo contigo Sally, casi ocho meses y me has robado el corazón… ¿o quizá sea una de las cosas que no me hayas robado?
Hace frío en este sitio, estoy helado. Igual es que únicamente siento escalofríos al recordarte, a ti, y todo lo pasado en este y otros lugares. O a lo mejor es un efecto secundario de la droga que usaste…

Aún recuerdo el día en que nos conocimos, el estómago me estaba matando, los burritos buscaban abrirse paso en mis intestinos de una agonizante manera, arrojándome fuera del club en el que estaba con Marvin hasta la Avenida Principal, a la espera de un taxi para poder volver hasta el hotel. Llovía como si fuera a romperse el cielo, no pude evitar reparar en ese negro con un toque grisáceo de las nubes que encapotaban el horizonte… las luces artificiales emitían un caleidoscópico abanico de resplandores en el que te encontré, empapada por la lluvia… tu vestido goteaba, marcando tus curvas hipnóticas y realzando el blanco pálido de tu piel. Tu cabello azabache se adhería a ella y a la tela. Una mariposa a la espera de aletear de vuelta a casa y desencadenar el caos en mi pecho.

Yo, que no soy hombre de muchas palabras me acerqué hasta ti, reuniendo mi poco valor para poder romper el tenso y lógico silencio que había entre nosotros (además de las distancias al caminar junto a ti, Sally). Pude ver tu esquiva mirada observándome de cuando en cuando, todo, mientras paseabas a la espera de ese taxi que nunca llegaba para ninguno de los dos. Dios Sally, en cuanto tus ojos miel se posaron en mi pude notar una descarga mayor que toda la corriente que iluminaba la Avenida Principal. Hice acopio de fuerzas y comenzamos a charlar, ¿lo recuerdas Sally? Esa presentación en la que maldecimos la ley de Murphy en la situación con los taxis… y el resto que vino después. Tres horas bajo la lluvia, hablando de tantas cosas: las vueltas que daba la vida, los valores vacíos de la gente de hoy en día… la música que nos apasionaba, la literatura… En toda mi vida me pude sentir tan completo hasta el momento que pude conocerte, hasta que por fin, tras agonizantes minutos de desearlo, pude con esas palabras que dije: “lo siento si te parece esto demasiado atrevido”, robar de tus labios un beso, el mejor beso, el único beso que logró liberar de mis mejillas ya mojadas lagrimas de felicidad.

Ahora recuerdo el rostro de Marvin, la sonrisa que puso al vernos en el metro la noche que te conocí. Cuando nos preguntó, sin reconocerme, la hora. Hasta que al responder vi su expresión de “qué pedazo de cabrón eres, y eso que estabas mal del estómago”. Pero ese gesto no era nada en comparación con el tacto de tu piel recorriendo mi cuello… Ahora en la bañera soy incapaz de llorar Sally, tampoco soy capaz de temblar, ¿no es extraño? En este manto negro que me rodea aún puedo ver el amanecer en el parque Griffin. Los dos pegados, arropado con tu cuerpo desnudo que estaba pegado al mío, junto a tu pasado que fuiste deshojando. Ese padre que te maltrataba, una madre impotente y un hermano… ese maldito imbécil que debía protegerte y en lugar de eso se limitó a hacerte más daño cuando escapaste a su vivienda, soportando torturas psicológicas por su parte y la de su novia. Por eso no puedo culparte Sally, ¿quién podría? Me pregunto qué te llevó a pensar que algo así ocurriría…

¿Quién podría cargar a tan bello ejemplar, mi ángel? Maltratado por la vida, por todos los que fue conociendo… a excepción de las pocas amistades que tenías que en vez de limitarse a amarte (por suerte para mí) simplemente te hacían compañía en los buenos momentos. Siempre has vivido dejando de lado esa cara oculta que mantienes, como la luna que brillaba la noche que te conocí.

Pasó el tiempo, quedando algún día que otro en aquel garito de mala muerte, el Sputnik, frecuentado por multitud de gente que danzaba al ritmo del post-punk, pero esas personas no existían en tu presencia, preciosa. Esas notas, esa música no podían rivalizar con el hecho de escuchar el timbre de tu voz en los momentos que me hablabas, en las veces que me llamabas para confesarme lo que te ocurría en el trabajo. Aquella clínica de El Salado dónde sobrevivías harta de los pacientes, de tus jefes (sobre todo ese que mira pornografía homosexual… pero siendo hijo del dueño era una transgresión que todos ignoraban). Cada vez que te veía de noche intentaba con toda mi alma que olvidaras las presiones que sentías por ese día a día, esa monotonía. Ahora aquí entiendo que no era mi alma lo que necesitabas, pequeña.

Me llamaba la atención cómo vigilabas mi salud. Por ti hice muchas cosas… dejando de lado adicciones como el tabaco y el alcohol por otras aún más adictivas, tu cuerpo, tus palabras, tu esencia.

El sabor del whiskey quedaba en nada con el de tus labios, con el de tus besos. La fragancia del tabaco fue eclipsado por el de tu cuerpo, sudando en aquella habitación del motel. Tampoco pude quejarme cuando fui a tu piso, una vez te libraste del capullo de tu ex novio, que era incapaz de valorarte tanto como yo te valoro a ti, Sally. Ahora acaricio el esmalte blanco de la bañera, añorando tu piel, igual de fría y suave.

Marvin se asustó cuando se percató de que sustituí su compañía por la tuya, pero ¿quién podía competir contigo? Con tus palabras, con tus gestos y miradas, con tu tacto y caricias… él no podía saber nada de ti, un capullo que solo se preocupa de meterla en caliente me infundía el temor de darte una mala imagen. Puro interés fingido con tal de poder llevarse a su habitación a una ingenua muchacha que estuviera dispuesta a vender su cuerpo. Pero ellas no eran como tú, ellas, vestidas según marcaba la doctrina de la moda, ofreciendo conversación vacía y superficial… un reto demasiado sencillo (y a la vez aburrido) de resolver. Eran solo algo que poder meter en cualquier rincón de mala muerte para meter otras cosas. Marvin prefería eso, yo te prefería a ti, Sally.

Aún recuerdo las visitas al Seventh Circle, donde te quejabas de ellas… dándome un inmenso placer para continuar con ese juego donde nos reíamos de la “lolita” de turno que se dejaba fotografiar creyéndose una modelo de alto standing. Sin saber que para nosotros estaba haciendo el más profundo ridículo, exponiéndose a nuestros más afilados y venenosos comentarios que eran intercalados con profundos besos, en un abrazo y complicidad que ningún mortal de aquella sala podría haber entendido. Dando cuenta de esas interminables charlas sobre los valores que tiene la gente, tan vacíos y estúpidos, superficiales y predecibles. Ellas se creían las reinas de la noche por esos vanos momentos con una cámara digital, pero mis ojos superaban cualquier mega pixel de esos aparatos, centrados únicamente en ti, Sally.
Me confesaste cada detalle de tu mente, de tu pasado y anhelos para el futuro. Y me sentí el hombre más afortunado del mundo… Me sentía tu más cercano cómplice, tu bienhechor y su malhechor. Tu amante, tu amor… pero todo eso tiene un precio, compruebo ahora Sally. Me tocaste como había que tocar… me usaste a tu antojo, pero si pudiera dar vuelta atrás… volvería a caer en tu telararaña.

Con mi edad, casi en la treintena… me sentía de nuevo como un adolescente viviendo su primer amor. Aún recuerdo a aquel indigente que se atrevió a maldecirnos como un loco en audibles susurros, en el abrazo que te di, sacando la navaja automática de uno de los bolsillos de mi abrigo y tu mano tomando la mía… animándome a que no me metiera en líos, que le dejara en paz, pero no hubiera podido hacerlo de atreverse a hacerte algo a ti, preciosa. Con el tiempo te fuiste acostumbrando a ese peculiar arma blanca, insistiendo en que la llevase ya que te hacía sentir más segura. Pidiéndome que la enseñase y mirándola con tu sonrisa de perlas resplandecientes. Podía haber visto tu verdadera cara en aquel instante, pero estaba tan atrapado en tu esencia que me quedé ciego, tanto como lo estoy ahora.

Tu mirada observaba ese filo con malicia, con cierto gusto como haría una niña traviesa que a pesar de haber hecho una maldad no ocultaba su vergüenza o temor a una reprimenda. Tus labios, esbozando una pérfida sonrisa que me cautivaba… no era algo normal en cualquier dama, pero eso… eso me atraía más aún. No puedo remediarlo, me encantan las mujeres mortíferas, las “femme fatales”… mi “lolita”, con aspecto inocente pero igualmente letal.
Ahora me pregunto si usaste esa navaja conmigo o no.

Y en esta bañera la vida se me va escapando, o quizá es que es más difícil respirar con un solo pulmón. Pudiste haberte llevado mi corazón y romperlo… pero elegiste otras cosas.
Con el tiempo Marvin se abstrajo con otras compañías, viendo que yo estaba perdido en tus redes, se fue con otras personas. No le culpo, además hizo bien en alejarse de nosotros dos. Al menos él pudo salvarse de este destino tan fatal. De este frío infernal… tanto como el roce de tu piel, frialdad que achacaste a un problema de circulación.

Recuerdo el último mensaje que recibí de Marvin, fue un poco antes de cumplir medio año de conocerte, me preguntaba qué haría el sábado. No sabía que contestarle; era increíble, fue la única vez que caí en la cuenta de que me habías robado la razón… ¿cómo excusarse ante un viejo conocido con el que había compartido tantos momentos juntos? Se me hacía incómodo decirle la verdad, pero también mentirle… por lo que lo mejor era directamente no responder, que fuera su propia mente la que cavilara sus conclusiones. El pobre Marvin no tuvo ocasión de conocerte, pero como antes he pensado, mejor, él no era merecedor de ello y tampoco sería de tu agrado. Una noche en la que estaba libre de tu influjo me pude cruzar con él, el pobre diablo intentaba sus patéticas estratagemas para ligar con una chica que a pesar de carecer de cordura, era lo suficientemente lista y se hallaba lo mínimamente sobria como para rechazarle. Pobre de él… ¿o afortunado? Las mujeres son el único motivo por el que un hombre cae… sin poder levantarse hasta mucho tiempo después. Motivo por el que sigo aquí desprovisto de fuerza, caído en la bañera. ¿O es lo que me pusiste?

Marvin, que se conformaba, acicalado con sus pobres vestimentas sencillas de camisa y pantalones “todo-de-negro”, con ligarse a la más estúpida que se creyera cada una de sus mentiras… limitándose a hablarle de sus penas personales para hacer parecer que era una persona profunda (cuando en realidad lo único profundo que quería era clavársela a la dama de turno), limitándose a hablar únicamente de sí mismo, una y otra y otra vez. No era capaz de expandir una conversación que no fuera simplemente algo personal. Sí, me iba entonces tiempo atrás con él porque era consciente de que no podía hacerme competencia alguna con mi encanto, un mero bufón con el que poder ofrecer a esas damas algo mejor donde elegir entre los dos. Pobre diablo, pero seguro que más se compadece de mí al verme en tal estado aquí… Nunca fue rival para mi, quizá por eso aprobaba su compañía, pero una vez quedé prendado de ti, Sally… entonces no pude volver a verle. Él solía (y suele decir, apuesto por ello) que las mujeres son como la sombra: cuanto más te acercas a ellas más se alejan de ti, y cuanto más te alejas de ellas más se acercan. No era tu caso, preciosa.

Tuvimos la suerte de cruzárnoslo en esa única vez, ahora con mi voz queda, casi enmudecida quisiera que estuviera para llamar a emergencias. Pero en vez del número de emergencias viene a mi mente el número de tus medidas, el número de tu teléfono, el número interminable de besos que te di, que me robaste... el número de veces que tu imagen desfilaba por mi mente. El roce de tu perfume que golpeaba mis sentidos, aquella colección de canciones que me deleitabas cantando con tu voz de sirena. Las confesiones que me otorgabas en la almohada... todo perdido, robado como lo que has tomado de mi...

Las veces que bajo esa sabana te estremecías al recordar hechos del pasado que me contaste con tanta minuciosidad, logrando contagiarme esos escalofríos al sentirme impotente por no haber intervenido en aquellos hechos, de saber cuántos se atrevieron a dañarte, a impedir que dejaras volar tus alas en pos de un futuro menos bruno. En aquel entonces sentía un nudo de ira y angustia, mezclado con cierto alivio y placer al ser partícipe de tus más ocultos recuerdos y penas... de la confianza que gozaba, pero ahora pienso si eso no fue una mera ficción para atraparme en tu juego... ¿es eso lo que fui para ti? Suspiro pensando que aunque yo en esa intervención no pudiera sentir nada tú quedaras desgarrada, un anhelo que en el fondo de mí ser veo como algo ridículo... cosa que estas heridas cerradas con tanta habilidad demuestran.

Y mi mente retoma aquel momento en el que fuimos a los barrios bajos de Los Angeles, su paisaje tan desolador mezclado con cierto aire bucólico por la cantidad de artistas callejeros que poblaban las calles, visitando el Asphole, un local que a pesar de ser bastante angosto, con una inhumana sobrepoblación de clientes y un ambiente tan asfixiante como tu voz. Lacuna Coil a todo volumen, Therion... y más grupos que eran tu predilección, y a pesar de que nada de eso me atraía sentí un halo de felicidad allí, al tenerte en mis brazos, dejando que los demás vieran cómo no podían gozar de ese privilegio que me daba tu pequeño y frágil cuerpo, tu pálida y sedosa piel junto a la mía... las miradas y sonrisas que arrebataban de mi pecho un pulso acelerado como el inigualable aleteo de un colibrí. Pero aquello fue eclipsado por una mirada de profundo asco que mis ojos habían percibido de uno de los sujetos. Ataviado con  una camisa elegante, demasiado elegante para aquel lugar, unos brillantes, limpios y lustrados zapatos junto a unos pantalones lisos... llegué a creer que podría ser el dueño de ese sitio de mala muerte, pero cuando te moviste, acercándome hasta él para presentármelo mi sangre se heló. Se llamaba Desmond, un compañero de trabajo. Me sorprendía el hecho de que nunca le hubieses nombrado en todas las conversaciones que tuvimos y que ni siquiera avisases de que íbamos a estar acompañados. Al parecer Desmond era comercial de la empresa de Sally, su carácter me era extraño... de rudas sutilezas a la hora de mantener la charla... insistía en no beber nada y que de hecho el alcohol era seriamente dañino para el organismo, por lo que para no faltarle el respeto decidí pedir simplemente un refresco para acompañar la velada. Desmond no parecía muy contento con la música ni con el ambiente, ¿por qué entonces había decidido estar allí? Me incliné a pensar que aquello junto a su mirada anterior pudiera ser fruto del hecho de que él fuera un ex-novio tuyo o a lo mejor un amigo celoso que aspiraba a ser algo más como yo pude hacerlo... Mi mente fue luchando para apartar esos pensamientos, centrándome en la conversación de Desmond. Era cruel... no parecía tener el más mínimo apego por la gente debido a cómo se refería a los de más baja clase... los pobres sin hogar, adictos, y otra clase de calaña que fue nombrando para mentar chistes desalmados en los cuales solo tú encontraste una leve gracia, enseñando tu perlada dentadura con una leve y queda risa. Oliste mi miedo en aquella ocasión, me miraste fijamente y al ver mi forzada sonrisa, falsa pero a la vez cordial notaste cómo a pesar del aspecto de tu “amigo” no me encontraba cómodo, me pediste salir a bailar, sabiendo que él no nos seguiría a disfrutar de esa música que tanto asco le provocaba.

Y en tus brazos me devolviste la calma, en esa aglomerada multitud a pesar de tantos ojos yendo y viniendo hacia nosotros dos me devolviste esa añorada intimidad para derretirme en ellos... para dejar fluir y salir esa engorrosa compañía. El cambio de DJ trajo frescura al sitio, creía que iba a llover sangre al escuchar la peculiar remezcla de la canción de New Order que sale en Blade (confusión). No es que fuera tu estilo preferido de música (y es que tras unos cuantos meses ya era conocedor de ellos) pero decidiste seguir conmigo, al son de esas notas... al son de mi corazón para hacerme sentir mejor. Y ahora siento que ese corazón late aletargado, luchando por recuperar el ritmo normal debido a lo que me dieras en la bebida.
Desmond se acercó un instante, supuse que fue para despedirse, susurrándote algo al oído, antes de atravesar el enjambre de gente que danzaba por la pista, para marcharse de aquel sitio.

Esa noche fue especial, ya que pasaría mucho tiempo antes de que pudiera volver a verte. El trabajo me mantuvo alejado de ti, volviendo a mi dormitorio sin fuerzas para abandonar la cama, desesperado por poder tener tu compañía, pero sin el coraje para poder llamarte... y las pocas veces que lo pude reunir tampoco era un buen momento para ti. Fue una mala racha, ¿lo recuerdas pequeña? Sin embargo la llama seguía encendida con cada llamada de teléfono, con cada mensaje sms para desnudar nuestros sentimientos, nuestra alma... dejar plasmadas esas palabras de afecto, de amor... sacando a relucir lo que no se nos estaba permitido en nuestra vida laboral. Nuestro interior, nuestro... ¿corazón? Quizá el mío sí... ¿pero el tuyo también lo desnudaste Sally? No importa, al menos aunque fuera algo falso el influjo fue tal que pudiste hacerlo pasar para mí como algo real y en el (remoto) caso de que fuera cierto... no me importa lo que haya perdido esta noche aquí, preciosa.

Recuerdo el esbozo que tracé en mi mente y después pude plasmar en papel… aquel dibujo que todavía no te he entregado, ¿pero de qué iba a servir cuando buscabas en realidad otras cosas? Aquella hoja de DIN A2 repleta de carboncillo, esas líneas, ese rostro plasmado no podía describir lo que hoy he descubierto. No podía atravesar el velo de lo que creí ver (y sentir) hasta esta fatídica noche en la que me encuentro ahora sumido en este motel. Como siempre, me sorprendiste, no me lo esperaba…

Finalmente pude verte en tu piso nuevo, alejada de los males de tu ex novio, entre el caos y el desorden, pero libre, feliz… a pesar de que ese sitio era diminuto. El hecho de verte (además en ese estado tan bueno, contenta y cómoda) me influenció de una manera muy positiva. Estuvimos hablando con la música en tu ordenador portátil, escuchando esa magnética conversación de las películas que te apasionaban, poniéndome una de ellas mientras estábamos pegados en la cama. Pasado un tiempo te levantaste, caminando hasta la nevera para coger algo de beber, al preguntarme qué deseaba tomar me levanté para acercarme hasta ti, robando de tus labios un beso para  inmediatamente susurrarte “esto es lo único que quiero tomar”. Esa fue la última vez que pude tomarte, esa vez al acabar, tu semblante cambió al despedirnos para dormir, insistiendo en mantener las distancias al descansar en el amplio colchón. Aquello me dolió, pero no podía negarte nada a ti, mi niña. Obedientemente me puse en el extremo opuesto de esa cama para descansar, viendo la preocupación en tu rostro sin llegar a entender qué te pasaba. Al dormirte no pude evitar volverme, observando desde esa pequeña distancia, desde esa leve lejanía tu tembloroso cuerpo, delicada nieve tapada con esa sabana. Cavilando si en alguna manera te hubiera llegado a molestar algo de mí… si podría haberte ofendido con algo, pensando en qué habría hecho para marcar las distancias de semejante manera.

Cuando mi mente se dio por vencida de intentar razonar los posibles “porqués” caí rendido, sumiéndome en el abrazo de Morfeo para el día siguiente encontrarte tan radiante como siempre, pero con una inusitada seriedad a la hora de despedirnos. Esa fue la última vez que pude probar de tu boca la dulce miel de un beso. Entonces pasó el tiempo, no me llamabas, tampoco estabas interesada en mantener el mínimo contacto conmigo. Mi insistencia en vernos era frustrada con una respuesta negativa al no  disponer de tiempo y/o ganas para ello, haciéndome ver una agenda tan apretada como la de un ministro de exteriores. Resistí como pude la pena que invadía mi cuerpo semana sí, semana también… amenazando con una depresión de la que ninguno de mis conocidos entendía su origen. Dos meses después recibí ese extraño e-mail, contándome cómo echabas de menos mi voz, mis palabras… anhelos de poder verme en un hotel… en este hotel. Al llegar a la estación me tomaste el brazo suavemente, apoyando tu cabeza y dejando que tu sedoso cabello acariciase mi hombro. Caminando hasta el sitio que me habías contado; me parecía raro no haber quedado en tu casa o la mía… pero decidí hacer caso omiso de esas cosas para disfrutar de la fragancia que despedías. Al llegar me hablaste en la habitación de lo ocupada que habías estado en un proyecto con Desmond, si la ilusión de verte de nuevo no me hubiera cegado quizá habría reparado en tu tembloroso timbre de voz, apagado y pululante como la llama de una vela en mitad de un vendaval. Pero prefería atender a tu historia, tu verdad a medias en la que me contabas lo que ibas a hacer… de tu mochila sacaste una botella de agua, ofreciéndome un trago mientras ibas al baño. Ignorante de mí, en realidad estabas comprobando el estado de higiene del lugar.

Apuré el último trago que hizo que perdiera el sentido y despertase en esta pesadilla… Con uno de mis sorbos largos ingerí suficiente droga como para caer seco sobre la cama en cuestión de minutos… creo recordar en ese desfallecido momento que lágrimas resbalaban por tus pálidas mejillas. Temo que sufriste más dolor abriéndome en canal para despojarme de mis órganos que yo, al fin y al cabo sedado no sentía nada.

Y heme aquí, repasando mentalmente la lista de indicios, de esas pistas ocultas entre los recuerdos… entre esos momentos vividos. Cualquier cosa que me haga salir de mi ignorancia y logre despegar esos sentimientos, pero es imposible recordarlo con certeza. Repaso mentalmente en mi imaginación esa pequeña vivienda que alquilaste tras dejar el sitio en el que anteriormente vivías, con tus cosas a medio desempaquetar, el portátil sobre la cama, lienzos apoyados sobre las paredes y una caja en la que reposaba la pistola de pintura. Algunos objetos de decoración de madera y cerámica que aún no habían encontrado un lugar donde adornar tu nueva morada, la ropa desperdigada por el armario, sin colgar en las perchas… entre todo ese desorden aparente que ahora pulula en mi mente no encuentro nada que me contase ese turbio negocio al que me has sometido preciosa…


Cavilando si de verdad fui un simple juego, un negocio para ti o si hubo algo de cierto en todo lo que me dijiste, en tus sentimientos, en las confesiones de tu pasado. Pensando si de veras fui un imbécil, o quizá un afortunado imbécil mejor dicho, al caer en tus maquiavélicas maquinaciones… o si de verdad me amaste y te viste forzada a ello. Sally… de ser así no me hubieras tenido que hacer esto, habría empeñado cada uno de mis objetos. Pero una pequeña parte de mi me hace pensar que ese comercial (Desmond) y tú lo habíais planeado todo desde que le conocí, solo fui un negocio más para él y para ti… un paciente más en vuestro “paciente” juego del gato y el ratón… la mosca que atrapó la araña para sacar todas sus entrañas (literalmente) cuando el momento propicio llegase. Mi salud no era lo importante… el tabaco, el alcohol era dañino para todo el proceso… las reacciones que produjera el anestésico, el estado de los órganos y que pudiera sobrevivir a esa operación al gozar de mayores fuerzas por verme libre del alcohol. Sinceramente, hubiera preferido que me matases. No por el hecho de que me falten las corneas, el riñón y seguramente uno de mis pulmones… deberías haberme dejado vacío… deberías haberme dejado morir, dejado mi cadáver hueco porque aunque no hayas tocado mi corazón, me lo has robado, me siento ahora vacío sin ti… y eso es más doloroso que todo el proceso de recuperación que tenga que sobrevenir ahora, más doloroso que el hecho de asimilar que mi vida ya no será la misma (porque sin ti, créeme preciosa, no lo será). Ojalá me hubieras arrebatado la vida en esta bañera… porque sin ti, no se puede llamar vida. Porque a pesar de que lo noto aquí latiendo… también te has llevado mi corazón.

Lucía



Lucía candente inocencia por la mañana,
Lucía al atardecer un leve rubor y placidez,
Lucía de noche su belleza a través del porche.
Y Lucía envidia la luna por su piel blanca como las dunas

Ojos verdes resplandecientes como las esmeraldas,
Coronados por su rubia cabellera, doradas guirnaldas.
Voz angelical que a todo mortal embelesa,
Anhelada por la chusma como por la realeza.

Dónde vas Lucía, que por solitarias calles,
Te arriesgas a que un malhechor te halle.
Presurosa camina a su hogar para volver,
Sin sospecha alguna que la haga temer.

Entonces Lucía al observar terror en su mirar,
Lucía al querer gritar, intentando forcejear.
Lucía atónita al sentir su beso en la carótida
Lucía al sentir que su vida dejaba de existir.


Lucía en el campo, Lucía en las calles, y ahora nos luce en su funeral

Blanca



Blanca es su nombre y blanca es su piel,
mirada de fuego y tacto de satén.
Suspiros de soslayo en sus rojos labios,
Sin sospecha alguna de su mal fario.

Blanca es su nombre y su alma también
Pura criatura de Dios, estrella del Belén
Cuando ese hombre su belleza pudo ver
Ella no sospechó que tenía otra clase de sed

Blanca es su nombre, y en efecto su tez
Quizá por el beso, por los colmillos tal vez.
Mirada de fuego y tacto de satén.
Rojos son sus labios... su sangre también.

Blanca era su nombre, roja se fue

Sino aciago



La calma volverá a su efigie
el día de su funeral, 
pero en vida ya estaba muerto, 
Nadie lo supo atisbar. 

Cuando llegue ese momento 

no se escuchará ningún lamento, 
quizá tronen las campanas, 
pero nadie asistirá. 

Que será solo otro día, 

la tierra no dejará de girar, 
solo otro gusano inmundo, 
del que nadie se acordará.


<<"Cuando mis pálidos restos 

oprima la tierra ya, 
sobre la olvidada fosa, 
¿quién vendrá a llorar?">> (G.A. Bécquer, rima LXI)

Silencio y soledaad

Silencio y soledad se me ofrecerá,
En este frío mundo artificial.

Soy víctima de mis deseos,
Soy preso de una pasión,
Que nunca tendrá liberación.
Fatuo destino que nunca rodeo.

Soy el culpable de mis penas
Torturado y torturador de mis tormentos
Solo por buscar ese momento
Por cumplir ese deseo que me envenena.

Silencio y soledad, mi castigo.
Por ser tan mezquino, malvado y podrido.

La medicina no es suficiente,
Y sigo sintiendo ese frío.
Mis obras no suplen mí vacío,
Y ya no obtengo nada de la gente.

Qué le pasa a mi cabeza,
O qué le ocurre a mi corazón.
El mundo carece de belleza,
Y carece de razón.

Silencio y soledad, nada más,
Eterna condena que nunca va a terminar.

Y siento que ya es demasiado tarde
Cuando acuden negras aves,
Tempestades de mis fracasos
Por nunca haber hecho caso.

Silencio y soledad, me he acostumbrado
Y en este lodazal me hallo ahogado.

Cada intento solo lleva a caer abajo
Y en el fondo sé una cosa:
Merezco desaparecer en esa fosa.
Viendo la muerte solo como un atajo.

Silencio y soledad, las campanas tronarán

Silencio y soledad en mi funeral.