EL CURRANTE DE
LEGANÉS
No pasa ni un solo
coche,
Ya pocos testigos
cuentan,
Algunos valientes y
otros recios
que no dejó una
sola piedra,
los comerciales
todavía padecen,
los técnicos la
oficina dejan.
Pudiera ser un
puesto de paso
Escuetas nominas
sueltan
latigazos, en que
se escuchan
de una cuenta
corriente hueca,
lucen monitores de
plasma
con su zumbido la
voluntad quiebra
vagan, y aúllan los
peros
del cliente y “sus
perlas”:
en que tal vez en
la campaña
han debido sufrir
amnesia
que en misteriosos
pedidos
otra petición, y a
grito el lema,
“que con muchas
gestiones cobros provoca
y de la factura
pierden la testa”.
El panorama estaba
sombrío,
Ya empezaban con
que había “pellas”,
No dejando ni un
momento,
y allá en la ofi,
cual guerra
mal karma, se
trabajaban
fuera de diario o
fiestas,
y del pobre
currillo
las grandísimas penas,
donde hace su labor
y de paso
el del coordinador,
tela marinera.
Sin dar lugar a
reproches
Le quedaba la
jornada entera
Aguantando al
cliente
Y dando lo máximo
como una fiera
Arreglando con
mucho brío,
Demostrando su
proeza,
A tientas y
barrancas,
Con documentaciones
obsoletas,
empresa de regida
por cabrones,
pero los
trabajadores suplen su incompetencia.
Súbito sonido de
llamadas
descuelga y un
¡ay!, suspiró;
un ay iracundo, un
ay
al saber cuál era
la razón
que se trata de esa
hiena
y otra incidencia
nos asignó.
Un ¡ay!, tan rotundo
Para encomendarse a
Dios.
El ruido
cesó,
escribe un nombre
ticket
actualizado,
el sendero
allanado
y por antojo
por un cigarro se
ausentó.
Con prisa
y destreza
junto al muro
de un gimnasio
y en la sombra
se lo fumó.
Luego vuelve y sin falta,
Mejora su aptitud,
Para solucionar
otro marrón
Tormentosa cruz
Que no quisiera,
pero la vida es dura
y de noche sin más
luz
que un monitor que
alumbra
una imagen de Jesús,
atraviesa el embobado
el ratón en la mano
aún,
que cliqueó todo perplejo
un script para
salir de esta cruz.
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