miércoles, 12 de febrero de 2014

Cae el telón

Grand Rapids, 23 de diciembre del 2009. Barrios bajos

En el paisaje nocturno de la ciudad brillaban distantes las sirenas de policía, con su peculiar llanto anunciando otra crónica necrológica para el día siguiente o alguna pelea entre bandas. Eso daba igual, más tormento le producía aquel imbécil que insistía en pedirle un cigarro... “puta bolsa de zumo de sangre, si no fuera porque el vecindario llamaría a la policía te hubiera arrancado la cabeza” --eh venga tío, solo unos tiros al menos--

En su interior algo le hacía desear de complacer aquel deseo LITERALMENTE. Escurrió la diestra hasta el interior del abrigo, el sonido sordo de una pistola silenciada fue lo único que pudo escuchar aquel pobre idiota antes de desplomarse al suelo balbuceando con una espuma sanguinolenta, además de los tres disparos en el pecho --si me pides eso no te lo negaré, bolsa de plasma--

“Es el cuarto imbécil que mato con la misma broma, tengo que ampliar el repertorio de chistes” de inmediato recogió el cadáver para arrastrarlo hasta el interior de la maleza que rodeaba una fuente de granito que estaba poblada de musgo y enredaderas que seguramente había vivido una época mucho mejor a la actual.“Por cierto, donde se habrá metido?” se preguntó al finalizar con aquello, seguro de que si continuaba esperando le acabaría cogiendo la policía a pesar de sus esfuerzos por esconder el cuerpo del mortal.

Con los nervios más inestables que un cartucho de nitroglicerina en las manos de un viejo con parkinson, se mantuvo en la acera esperando. Las sombras realzadas mediante su influjo ocultaban la inquieta mirada, que de cuando en cuando viajaba para observar hasta donde depositó el cadáver “mierda, no se va a incendiar el sitio solo”, a pesar de esa maldición algo en su interior le hacía sentir a mejor estando lejos de esa pira. Algo que superaba su bravuconería era su sed de poder, Lorenzo no se había ido haciendo huecos en la escala del poder hasta ser ductus únicamente machacando cabezas contra el asfalto, era despiadado y no titubeaba a la hora de mancharse las manos (literalmente, fuera de enemigos o aliados) para poder lograr la victoria. Cualquier cosa era necesaria para complacer al arzobispo y dejar bien claro que su manada era de las más efectivas en la costa oeste.

Era menester aquella noche reunirse y ayudar a empezar un incendio, el aire frio le atravesaba pero no daba signos de inmutarse, pálido y con sendas arrugas en su rostros se apresuraba para llegar a la reunión, apretó el paso mientras llevaba a cuestas un bidón de gasolina disimulado, trató de ser sigiloso pero aunque la vista de Lorenzo no pudiera escrutar a la perfección en la oscuridad que poblaba alrededor por doquier hubiera podido ver llegar el robusto Brujah desde la lejanía, llegando con un fardo de telas que le daba un toque de vendedor ambulante “vaya, Carlo viene con ganas de juerga, al menos será divertida la noche”. Antes siquiera de que él pudiera continuar acercándose hasta Lorenzo, comenzó a caminar hasta su dirección ya que sería la vía indicada para llegar a los barrios bajos de Michigan

No de cualquier forma llevaba el combustible, el bidón estaba envuelto como un fardo en telas, trataba de no menearlo mucho cuando vio a Lorenzo, andó con más calma y una vez frente a frente a él dejó el fardo en el suelo --me traje el mío! 5 litros--El Brujah empezó a reír forzosamente. Lorenzo cada vez que escuchaba aquella risa de lunático sentía un pequeño escalofrío incomodo a su lado, no obstante su tensa mirada estaba velada por la oscuridad intensificada de sus facciones --nos han encomendado un cuchitril de la ciudad-- Dijo --un puto teatro decaído-- aquello suponía que tendrían suerte si era un nido de caitiffs o de algún juerguista brujah de la camarilla, lo cual más que preocuparle le entusiasmaba. Un brillo de locura asomaba en las facciones del vástago al sonreír por el hecho de imaginarse algo de acción en aquella pantalla de humo.

Carlo cogió el fardo con la diestra, la otra mano descanso en el hombro de él, como si gozase de mucha confianza con Lorenzo --tienes coche, moto?, no soy complicado con los encargos-- resopló -- tienes algún plan? este es mi primer incendio-- soltó con voz melódica con ironía. Lorenzo no tomo aquel exceso de confianza para bromear con él con demasiado entusiasmo, un sordo sonido de dientes rechinando fue la única respuesta mientras caminaba por la calle. Con un pequeño deje de molestia en su voz respondió a su camarada. --Lo que tenemos que hacer es fácil, irrumpimos en el sitio, vertemos la gasolina y nos vamos al prenderle fuego. Tendremos suerte si puedo presentar a algún caitiff o juerguista cami a “Suzanne”--  Que era como llamaba a su colt del 45’ con silenciador.

--si hay gente para jugar mejor--  Carlo supuso que aquella mención que hizo Lorenzo era a alguna arma, él sin embargo era más "tradicional" en su bolsillo llevaba una navaja de mariposa que mucho tiempo llevaba ya con él, le siguió por la calle --está muy lejos?-- empezó a incordiar. Lorenzo no sabía cuánto tiempo llevaba exactamente Carlo en la manada, si algo le salvaba de que le arrancase la lengua por sus comentarios era la eficiencia del Brujah a la hora de perpetuar las mayores masacres jamás concebidas en la mentes de los jóvenes Americanos, el pensamiento de acabar como aquella banda de Latin Kings logró contener a Lorenzo y simplemente contestarle --no tardaremos más de media hora a pie, tenemos las furgonetas aparcadas en la avenida del teatro... va a arder todo el puto barrio Carlo, no nos pueden ver llegar JODER-- bueno, o se supone que era mejor así tras haberlo discutido en aquella carnic... reunión de líderes Sabbat, cualquiera le llevaba la contraria al arzobispo tras las demostraciones que pudo ver con otros entusiastas de tal idea.

Carlo se llevó la palma de la mano a la frente, tenía lógica lo del coche, era un efectivo de campo... por eso no se le encomendaban misiones en solitario; estaba ansioso y quizá eso fuera bueno, se metía la mano libre en el bolsillo, tanteando la navaja mientras estaba pendiente de las idas y venidas de los coches o de cualquiera que pudiera identificarlos, no era consciente si sus modos podían acabar con la paciencia del ductus. “Me cago en la puta” pensó Lorenzo al imaginarse cómo sería aquello. Cuando ellos encendiesen la mecha con aquellos incendios provocados y la policía fuera a por ellos entonces otras manadas empezarían su peculiar incursión en la ciudad a la caza de los antiguos, al contrario de lo que pensara su manada él hubiera deseado formar parte de la caza principal, pero aquello prometía risas. Al menos se reiría con los cerdos (los polis) al intentar cazarles en vano. Poco quedaba ya para llegar al lugar y empezar a jugar, las pulsaciones aumentaban y Carlo afinó los sentidos tanto como pudo, era el momento de usar sus dones, su compañero le pareció más calculador que él --¿qué coche has preparado para la huida?--

--Nosotros tendremos cuatro furgonetas diseminadas por la zona para nuestra manada, las ha ido consiguiendo Marley y Brandon...--Las facciones del rostro de Lucio no cambiaban un ápice a medida que iba explicándole todo, haciéndose obvio que lo tenía memorizado --los otros que les den por culo, tienen sus propios recursos...no podemos hacer de niñeras...-- Finalmente fue con el desenlace cuando su expresión pareció mostrar entusiasmo, entreviéndose un deje de entusiasmo en aquella mirada oculta en las sombras --...entonces nos reiremos con los polis, Carlo--

Al cruzar la esquina se mostró el escenario de la escaramuza a pesar de la mala iluminación intermitente que lograban las farolas. El teatro al igual que el barrio de Grand Rapids en donde se encontraba. Los tablones de madera habían ido adquiriendo un tinte oscuro y nocivo, sin duda estaban podridos, parte de la fachada estaba apilada en un callejón tras derribarse pedazos de cemento que habían estallado en pedazos al impactar contra el suelo. Las puertas principales presentaban un aspecto más sólido que el resto del edificio, resguardadas con cadenas cerradas con grandes candados que ya habían empezado a oxidarse. El lugar parecía cerrado a cal y canto, una pizca más de riesgo que no hacía más que propiciar en Carlo una risa fácil y forzada, le inundaban sensaciones y colmaban sus sentidos, algo que no podían permitirse  --qué bien lo vamos a pasar!!--  movía su cabeza afirmando, comentándole a Lorenzo pero también auto convenciéndose a sí mismo.

 En aquel lugar se escuchaba el eco lejano del tráfico y el inconfundible tosido de algún pordiosero mendigo. Lorenzo pensó que sería mejor entrar por la parte de atrás para evitar que algún imbécil con tendencias de héroe o algún poli les viera. --Arranca esa puerta de sus goznes-- ordenó Lorenzo de manera rabiosa, casi como un gutural gruñido; impaciente por empezar la pira de ese edificio antes de que algún otro miembro lo hiciera antes --no tenemos tiempo que perder, joder-- Carlo dejó el fardo de gasolina en el suelo con gesto serio, con cuidado lo desplazo a su izquierda y fue resuelto hacia la puerta. Sus botas militares resonaron en ese corto trayecto, no era nada fácil la tarea... primero tanteo, la movió con la precisión de un experto, buscando el punto débil de esta para hacer el movimiento preciso. De repente se detuvo en su análisis, hizo dos o tres movimientos violentos y la puerta cedió, pero no pudo evitar hacer ruido al hacerlo...esperaba que los ruidos de ambiente sofocaran el acto.

A pesar de aquel sonido que hizo al abrir Lorenzo en lo único que se preocupo fue en taparse instintivamente el rostro ante la humareda de polvo que les rodeaba al abrir la puerta. Con un gesto de su mano aireaba a su alrededor, mientras avanzaba hasta el interior. Sus ojos escrutaron entre la oscuridad del lugar, observando el lugar con detenimiento. La puerta trasera del teatro daba a un largo pasillo que contenía algunas salidas -quizá camerinos o hasta el escenario-, las paredes estaban cubiertas de telas de araña y la madera parecía carcomida, algunos segmentos del pasillo estaban arrancados y prefería no mirar abajo para ver lo que hubiera allí.

Carlo primero pensó en apoyar la puerta en la pared, pero terminó tumbándola al suelo, lo más lejos posible de la entrada. Después siguió a su compañero, afinando la vista, los sentidos a la oscuridad, a medida que Lorenzo iba explicando todo lo que veía hizo su mapa mental, puertas, pasillos, ventanas, por si tenían que salir por piernas de ahí, quien sabe si lo que planeaban podría escapárseles de las manos --hacia dónde?--  le dijo en voz baja, con gesto más serio, en esta parte del juego tenía que tener todo atado.

--Joder, ni que fuera un puto experto en teatros, Carlo-- la cabeza de Lorenzo fue de un lado a otro para mirar si había alguna puerta abierta en la que pudieran acceder a las entrañas del edificio... y prenderle fuego, claro --a ver... déjame mirar si...-- fue avanzando paso a paso lentamente, los gemidos que emitía la madera amenazaban con que fuera a desplomarse por su peso. --JA!-- exclamó triunfal con una sonrisa amplia al ver una de las puertas se podía acceder, la otra entrada estaba sepultada entre escombros y solo permitía que las ratas pudieran usarlas... si es que esos bichos podían sobrevivir sin ser aplastados por el amenazador mal estado del lugar --por aquí Carlo--

La euforia volvía a apoderarse de Carlo, con aquello derruido y la madera podrida ardería espectacularmente, hasta el momento no había signos de otros seres pero no contaba con eso... los problemas llegarían de un momento a otro, "qué importa" se decía a sí mismo, con el fardo de gasolina como argumento. Aquella entrada daba a un pequeño almacén donde permanecía apilado pelucas, maquillaje, ropa y otra clase de atrezo para actuaciones cubierta de polvo y moho. Entre ese laberinto de basura fue deslizándose para poder ir avanzando, con todos sus sentidos alerta paso a paso iba desplazando piedrecitas o pisando algún cristal roto, logrando que apretase los dientes por la crispación... no quisiera alertar a nadie, pero que cojones... allí no estaba ni un puto alma.

Carlo levantó la cabeza, mentón arriba, intentando olfatear algo, pero no había una buena ventilación con lo cual no percibía ningún olor, aquella aparente soledad le dio pie a hurgar entre las cajas con la mano libre. Iba detrás de Lorenzo y se permitió hacer un alto para coger una peluca de pelos oscuros erizados y colocársela...

"no hay nadie, no hay nadie, no hay ni cristo, no hay ni dios, no hay ni un puto alma..." iba pensando Lorenzo para sí mismo mientras avanzaba por el lugar, hallando una dichosa salida para poder continuar el tramo por aquel maldito teatro. Cuando cruzo la puerta se giro para observar a su compinche, al verle con aquella peluca no pudo evitar alzar un buen grito en el sitio --JODER CARLO! ES QUE HACES QUE PIERDA LA PUTA CABEZA!!-- literalmente, el ductus había perdido la cabeza cuando entre la oscuridad, justo encima de él unas enormes garras pasaron a toda velocidad cortando limpiamente su cuello.

De súbito aquella presencia corto el reproche de él, tan rauda e inesperada le hizo ponerse espalda con espalda con su decapitado socio, mirando hacia el pasillo que dejaron atrás, aquel que les llevaba fuera... las sombras le parecieron más oscuras o era simple paranoia apoderándose de él, echo la peluca hacia un rincón oscuro, como esperando alguna reacción. No era consciente de lo ocurrido, al oír un ruido seco, como un balón que cae al suelo y luego el cuerpo de su socio apoyándose en él, empezando a manar sangre empapándole. El penetrante olor de esta le sumió en un estado de frenesí. Cogió el fardo de gasolina, si debía incendiar algo lo haría ahí y ahora. Ante el enorme techo del escenario la oscuridad iba danzando y adquiriendo extrañas formas, ante la cabeza de Carlo algo se removía colgando y amenazante de repetir la misma acción que tomaron con su antiguo Ductus. El escenario que abarcaba buena parte daba hasta unos asientos descoloridos por el tiempo. Parecía que habían dado de lleno con un nido de gárgolas.

Ya actuaba por instinto y su estado le mandaba la ofensiva pura y dura, enseño los dientes, preparo sus garras y una potente patada hizo volcar el bidón de gasolina, iba en círculos mirado al techo a todos esos enemigos que se iban mostrando amenazantes a él. El fuerte olor de la gasolina se imponía al de la sangre y aunque sabía que era cuestión de tiempo que acabara como su colega, por lo menos alguno caería con él alguna puta gárgola. Estas no dudaron en aceptar tal desafío, pero aquel Brujah alertado y en tal estado no era una presa semejante al bravucón lasombra de antes... dos de aquellas criaturas se lanzaron en bandada con la intención de placar al vástago y permitir a su compañera rematarle si tuviera tal suerte.

Carlo en cambio no escuchaba sonidos, era como si fuera en piloto automático... miró a sus enemigos y se lanzo hacia ellos en un ataque de pura potencia y velocidad, estás dos maximizadas eran algo que no esperaban ellos como un perro mordió desgarró, hizo crujir articulaciones, después de está acometida se detuvo. Todo era rojo, le tocaba mover a sus atacantes por lo que espero jadeando por el esfuerzo. La gárgola que restaba hizo una pasada de largo, lanzando un gutural graznido que alerto a otra bandada más del techo del lugar. Mientras su compañera permanecía gritando de dolor por la presa que mantenía el vástago sobre su brazo, le restaba poco tiempo antes de que su acompañante aterrizara mientras la segunda bandada planeaba hasta abajo para unirse a la pelea. Los brazos del vástago se cerraron en torno al que tenía capturado, no sentía el daño que le causaban las garras debido a su estado de frenesí, la presa continuaba y los huesos cedían, conforme aumentaba la fuerza, estos se colocaban en la posición idónea en la cual finalmente hizo sonar el cuello, escuchó el graznido y soltó a su víctima, su mano fue a su bolsillo, tenía que anticiparse. Si le era posible, la mano encontró el zippo y de un chasquido lo echo al suelo empapado de gasolina a su alrededor.


La llamarada aparto de inmediato a la gárgola que había podido aterrizar, lanzando unos guturales graznidos más fuertes. Ante eso el nido entero comenzó a alborotarse, comenzando a planear y a abandonar el sitio ante el inminente incendio que estaba comenzando a propagarse. La madera no fue gran rival para las llamas, seca y podrida... fue cediendo tan rápido que el pobre Carlo ni siquiera lo vio venir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario