sábado, 18 de septiembre de 2010

Valencia Nocturna



Preludio a un Drama

18 de Marzo del año de nuestro señor de 2000; algún lugar de Sagunto.

Un rayo de inquietud taladró los plácidos pensamientos del Ser en sopor. Imágenes, turbias pero claras al fin... Un cúmulo de imágenes sin pensamientos, seguidos de pensamientos sin palabras y luego palabras sin imágenes para volver a comenzar el ciclo de nuevo: imágenes sin pensamientos, seguidos de pensamientos sin palabras... El Ser era viejo. Mucho más viejo que las ruinas que lo cobijaban, mucho más viejo que la raza que las construyó, mucho más viejo que la mayor parte de los que dominaban en las sombras las acciones de aquella raza. Era milenario, como la roca. Y como la roca, presenciaba todo cuanto sucedía a su alrededor sin ser advertido. Era La Presencia. La voz en La Cabeza. Era El Ser. Su nombre carecía de importancia... había utilizado tantos. Incluso su sexo era un instrumento igualmente variable, y ahora vestía el cuerpo de una mujer, aunque apenas ya lo utilizaba.

Y aquel rayo de inquietud le había perturbado indeciblemente... . Las palabras que se formaban en su cerebro eran inconfundibles. "... América... Menele... Anarquistas... Amaranto... Guardián..." Así pues, el viejo juego había vuelto a comenzar. Con un gruñido de incontenible furia, el Ser se agitó en el sarcófago.

Como respuesta a los deseos del Ser, un aterrador aullido resonó en los oídos de los habitantes cercanos a La Albufera, despertándolos de su sueño.

El Lobo había vuelto. La Caza había comenzado una vez más.

Capítulo I.

Noche del 18 al 19 de Marzo del año 2000. En Valencia.

Pat aguardaba paciente a las maletas mientras lanzaba constantes e inquisitivas miradas en todas direcciones. Era extraño, pero no lograba descubrir presencia sobrenatural alguna en aquel diminuto aeropuerto. Sus dos colegas, John "Músculos" y "Chino" Jarret se habían dirigido al exterior del aeropuerto tras superar el control policial con aquellos pasaportes, más falsos que un billete de 73 dólares... . Ya debían de tener un taxi esperando, eso si en aquel país sabían lo que era un taxi, claro. Él, por aquello de que tenía un mayor don de gentes, era siempre el encargado de recoger las maletas: en casi todas las ocasiones, era aquel el momento escogido por la población vampírica del lugar para indagar acerca de los recién llegados, así como para dar a conocer las normas a seguir en la ciudad en cuestión... pero allí no aparecía nadie. ¿Sería posible que nadie controlase aquel irrisorio aeropuerto?. Si así era, desde luego que aquellos vampis europeos eran todavía más lentos de reflejos de lo que Pat había creído... Después de todo, la cacería no empezaba nada mal.

Finalmente aparecieron las dos maletas. No viajaban con mucho equipaje para evitar problemas con los controles... preferían comprar todo lo necesario en el lugar de origen. Al fin y al cabo, armamento podía encontrarse en todas partes; al ser humano siempre le ha gustado matarse de la mejor forma posible. En aquellas dos maletas apenas había algo de ropa, un equipo de alpinismo bastante completo, cinco antorchas de madera de acción inmediata, una mochila con diez estacas de madera de ébano endurecida y una bolsa de aseo (a Pat le gustaba ducharse con su gel favorito... el cual dudaba poder encontrar en aquel país tercermundista). Pensaban conseguir algunas espadas de buena calidad robando un comercio durante la noche, bien entrada la madrugada. Al fin y al cabo, aquello era España, y a todos los Antiguos americanos se les llenaba la boca constantemente al hablar de sus espadas de acero español; toledano, según decían... . Pat admitía que no tenía idea alguna de dónde podrían encontrar espadas, pero imaginaba que, en aquel país, las fraguas seguirían funcionando y podrían asaltar sin mayores dificultades una herrería (o como se llamase el sitio donde hacían las putas espadas). En cuanto a las armas de fuego... era un tema más espinoso. Hacer amistad con el tipo, o tipos, encargados del mercado negro en el poco periodo de tiempo que pensaban pasar allí sería difícil. Armerías... tras su propia experiencia en México, Pat dudaba de encontrarlas con la misma facilidad con que lo podía hacer en América. Pero tenían la solución: asesinarían a algunos soldados. O policías, o lo que hubiese en Valencia con jodidas armas a la cintura...

Cuando salió de la terminal, comenzó a descubrir que no todo era como él había esperado. Para empezar, y aunque tampoco era del todo extraordinario, sus dos compañeros le aguardaban haciendo cola para tomar un taxi... no es que hubiesen tenido que buscarlo, es que el puto aeropuerto estaba plagado de ellos, bien ordenaditos a la espera de su cliente. Después de todo, se dijo Pat, también en México D.C. hay taxis en el aeropuerto, y aquello no debería ser tan diferente a la capital mexicana.

Tanto Pat como "Músculos" y "Chino", habían acumulado toda su información de España a través de los diferentes episodios de teleseries americanas. Sobre todo de aquellos viejos episodios del "Equipo A". Últimamente, empero, aquel país empezaba a estar de moda en los EUA, gracias a las películas de ese tal Almodóvar y Banderas, "Chino" seguía manteniendo la teoría de que Banderas era mexicano. Aunque "Chino", todo sea dicho, había descubierto que España estaba en Europa hacía tan sólo dos semanas, cuando Pat decidió que Valencia sería el próximo destino del grupo. De todas todas, lo que Pat y sus colegas esperaban era muy diferente a lo que se encontraron: cuando el taxista llegó a la ciudad, descubrieron que Valencia era una ciudad civilizada, no muy diferente a cualquier ciudad del medio este americano. Las calles estaban asfaltadas, los transeúntes (muy numerosos, pese a estar avanzada la noche) no eran ni tan morenos, ni tan bajos como imaginaban, además de que vestían con coloridas y modernas ropas. Casi nadie llevaba bigote... ¡y no había animales sueltos por las calles!. Además, aquello bullía... ¡Parecía el jodido 4 de Julio, con todos aquellos fuegos artificiales, y los explosivos! Aunque nunca habían visto un 4 de Julio tan ruidoso como aquel, ya que los explosivos (al parecer, llamados "petardos") eran estruendosos como un disparo y no los juguetes con que se divertían en América... Pat anotó mentalmente que debía llevarse un montón de aquellos "petardos" cuando volviese a casa, después de beneficiarse al antiguo por el que habían hecho tan largo viaje; sin duda, causaría sensación en Los Ángeles con aquellas pequeñas bombas.

Entonces vieron "El Monumento". Una escultura gigantesca repleta de maniquíes exquisitamente pintados se recortaba a lo lejos, entre el tumulto. Pidió al taxista que se desviase en aquella dirección, pero el muy lerdo no hablaba inglés (Pat había advertido a los muchachos que allí la gente sólo se hablaba en puto mexicano, pero los capullos no le habían creído). Pudieron comprender, en parte gracias a que el tipo era muy expresivo y en parte a que Pat hablaba algo de mexicano, que no podía llegar al monumento en coche, que deberían caminar. Como aquel era un sitio tan bueno como otro cualquiera, decidieron apearse, pagándole con alguno de los gordos billetes españoles que habían conseguido, no sin algunos esfuerzos, en el mercado negro de L.A. Cuando el taxi se alejó, Pat decidió que la fiesta había acabado. Había que comenzar a trabajar si querían lograr sus objetivos en el tiempo de un suspiro.

- Bien, "Músculos". Para empezar, tú te haces cargo de las maletas.

- Joder... otra vez yo. A ver si dejáis de aprovecharos de que soy un hombre, y no un par de mariconas como vosotras dos...

- "Músculos"... -Pat dejó que su presencia se extendiese levemente. Un par de transeúntes orientales, con unas cámaras de vídeo de exiguo tamaño, cruzaron la calle para evitarlos. Dejó igualmente que sus colmillos asomasen y que sus pupilas tomaran aquel tono rojizo que tan nervioso ponía a "Músculos". Pat sabía que no era rival para su colega Brujah en una lucha encarnizada cuerpo a cuerpo, pero también sabía que "Músculos" le tenía verdadero pánico debido a su superior inteligencia. Nunca se atrevería a atacarle mientras supiese que no le tenía miedo. Alzó la voz-, acabamos de llegar y ¡ya me estás inflando las putas pelotas...! . Otra gilipollez, ¡joder!, otra estúpida queja y te rompo el pescuezo y me doy un aperitivo contigo...

- Bueno, Pat -farfulló el Brujah- no te alteres, joder...

- ¿Me has entendido? ¿o es que no entiendes el puto Inglés?

- Te entiendo, tío. No hay problema. Yo y las maletas seremos el puto ente único...

- Bien. Tú, "Chino", te encargas de encontrar una pensión. Dentro de tres horas nos encontramos aquí mismo.

- Entendido, tío. Pero... ¿dónde coño es aquí mismo?
Pat dejó escapar aire sonoramente. Evidentemente, no necesitaba respirar para nada; pero era útil a la hora de mostrar malestar, enfado, o falta de paciencia... . Método Stanisnlavksy y todo eso...

- A ver, "Chino", ¿qué cojones pone en aquella placa que hay clavada en esa pared? "Chino" entrecerró los ojos. No se atrevía a extender sus sentidos en medio de aquel estruendo de petardos. Se acercó a la pared y, finalmente, pudo leer.

- "Carrer Archiduque Carlos"... o sea, calle... ¿no?

- Eso es, maldito fumanchú. Además, no creo que puedas perderte habiendo aquí semejante monumento de colores...

- ¿Y si hay más?

- ¿Pero tú dónde crees que estamos? ¿en la jodida Nueva Orleans?. ¡A ver si os entra en la cabeza que esto es España! ¡Prácticamente México, pero en pequeño! ¿Y tú viste muchos "Monumentos" de estos en México? -"Chino" negó rápidamente con la cabeza. No le gustaba cabrear al jefe- ¿Y tú, "Músculos"?

- Ni uno, tío...

- ¡Pues venga, joder, que es para ayer!. "Músculos", tú acompaña al "Chino". Cuando tengáis las maletas en la habitación, podréis salir a pasear por ahí. ¡a ver si lográis comer algo sin que os diga cómo hacerlo!. Pero en tres horas, os quiero aquí mismo.

- ¿Y tú, jefe? -preguntó "Chino" sin mucha convicción. Pat observó al "Monumento" con expresión ceñuda.

- Voy a ver si averiguo el porqué de todo este jolgorio... . Y a ver si encuentro a algún chupasangres por ahí que me pueda poner al corriente del rollo político de esta ciudad. Ya sabéis, Sabbat o Camarilla. De paso, veré si puedo descubrir algo acerca del Guardián de la Catedral -se volvió hacia sus compañeros-. Vosotros, entretanto, intentad no cruzaros con ninguna sanguijuela. No conocemos a nadie en este lugar. No sabemos de qué puto pie cojean. No queremos problemas que no hayamos provocado nosotros... ¿está claro?

- Meridianamente claro, jefe -aseguró "Chino"

- Como un puto vaso de agua -corroboró "Músculos".

- Pues ya está. Pongamos en marcha, joder, que no tenemos toda la noche.

Con esta frase, Pat dio por terminada la conversación.

Capítulo II .

Pronto se dio cuenta de que la ciudad era todavía más sorprendente de lo que inicialmente imaginó. Odiaba tener que tragarse sus afirmaciones, pero los "Monumentos" estaban por todas partes... prácticamente uno en cada calle. Las calles estaban atestadas de gentes de todas las razas y edades. ¡Joder!, ¡eran pasadas las doce de la noche y aquello estaba repleto de críos!. Y, encima, los pequeños bastardos tenían la peculiar costumbre de tirar petardos a los pies de todo cristo. En una ocasión, tuvo que acojonar a uno de ellos enseñándole los colmillos (el muy cabrón le había tirado dos de aquellos explosivos, y de los más gordos, a la espalda, haciendo que la pólvora ardiente salpicase sus pantalones Armani, produciendo pequeñas quemaduras). Afortunadamente, descubrió que muchos de los recipientes hablaban inglés, bien porque eran Americanos o Ingleses, bien porque habían sido correctamente educados... aunque lo cierto es que no le sirvió de mucho.

Cuando se acercó a un anciano de pelo prácticamente blanco y voluminosa cámara de vídeo que parecía largar en la jodida lengua de Shakespeare, para preguntarle acerca de los "Monumentos", el muy cerdo se había puesto a reír. ¡Aquella "bolsa de zumo" se reía de él!. Tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no despellejar al puto viejo allí mismo. ¿Tan extraordinario era que no supiese que aquellos "Monumentos" se llamaban Fallas?. Súbitamente, un rítmico tableteo de explosiones sobresaltó a Pat hasta el punto de despertar en él la inicial sensación que precedía al frenesí. Descubrió que algunos de los petardos (¿los llamaban "Tracas"?) estallaban en serie, como una ametralladora. Sonrió e incluyó a algunas de aquellas tracas en la lista de cosas que pensaba llevarse de recuerdo de España, junto a la sangre del Guardián bullendo en sus venas... Justo cuando miraba en dirección al ganado que había hecho estallar la "Traca" lo vio. Un Vástago. Mezclado entre los mortales. Mirándolo directamente a los ojos.

Aquel tipo no era muy alto (no debía alcanzar el metro ochenta), pero era delgado hasta para las convenciones vampíricas... Tenía la piel sonrosada, aunque numerosas venas, marcadas sobre el rostro en extremo, le daban un incómodo aire sobrenatural. Tenía el pelo negro (como moreno debió ser de piel en sus días mortales), y lo llevaba largo y descuidado, enmarañado sobre la espalda. Vestía de negro, con un pantalón de deporte y una camiseta de mangas cortas. En aquel momento se percató de que allí no hacía frío, sino que la temperatura era bastante agradable. Tendría que cambiar el vestuario... . De pronto, el vampiro se volvió y se mezcló entre la multitud.

Pat trató de abrirse paso a través de la muchedumbre, pero no era una empresa fácil. Los codazos producían miradas iracundas e insultos en tropel (había uno, "fill de puta", que parecía muy recurrente en aquel lugar. Pat podía fácilmente suponer su significado...). Tan sólo lograba avanzar lo suficiente como para no perder de vista al chupasangres moreno, quien parecía más habituado a aquel bullicio. Poco a poco, la cantidad de gente fue disminuyendo y el vampiro, al parecer dándose cuenta que estaba perdiendo el escudo de la multitud, se introdujo en un local que permanecía abierto a aquellas horas (lo cierto es que había un sinfín de comercios abiertos, ante todo bares). Era un restaurante, llamado "Síbaris". Pat se acercó a la puerta y pudo ver, a través del cristal de una de las ventanas, que en su interior había un local de copas junto a un salón que cumplía las funciones propiamente dichas de restaurante. El restaurante estaba atestado de gente, al igual que el pequeño local de copas. El vampiro moreno estaba sentado en una menuda mesa circular, haciendo como que bebía de una gran jarra llena de cerveza. Decidió entrar.

El pequeño Pub destilaba un inconfundible aroma de sexo y alcohol, propio de lo que Pat imaginaba para los antros ingleses. La música, en cambio, era una curiosa retahíla de himnos extraños en los que, en un idioma similar al mexicano, se repetía una y otra vez la palabra "Valensia", que parecía ser la forma local de referirse a la ciudad. Supuso que tales himnos eran los propios a aquella extraña festividad, al igual que en USA en el día del 4 de Julio, con todas aquellas canciones Sudistas sonando en los bares Nordistas... . Se acercó a la mesa del vampiro, quien le observaba sin rubor.

- ¿Hablas inglés? -preguntó esperanzado.

- Perfectamente, creo -respondió el vampiro moreno en un, en efecto, espléndido inglés. Eso sí, Pat sentía los matices de un extraño acento, oriental tal vez. Posiblemente el tipo era centroeuropeo.

- ¿Puedo sentarme? -dijo mirando a la silla vacía que había frente a la del tipo. Éste, la señaló con una de las manos (igualmente surcada por multitud de pequeñas venas) en un claro ademán de invitación. Pat se sentó con un suspiro y observó sin recato a su compañero. Aparte de la inicial impresión, desde más cerca pudo ver que el tipo era bastante atractivo, aunque poseía los ojos negros más estremecedores que nunca antes había visto. Los ojos de un loco. Por lo demás, era un vampiro bastante normal, aunque con la piel demasiado sonrosada, producto tal vez de una alimentación reciente. O, mejor aún, de un abrazo igualmente reciente. Pat tuvo que amagar una incipiente sonrisa ante la jugosa idea... ¿por qué no desayunarse a aquel tipo?. Pero se obligó a concentrarse. No estaba en España, al otro lado del charco, para beberse a un maldito neonato. Pat vio levemente, en un descuidado gesto del vampiro moreno al retirarse un mechón de pelo que le había caído inoportunamente sobre los ojos, que las orejas del tipo eran levemente afiladas. Aquello le devolvió la serenidad: era un Gangrel, y posiblemente no tan "neo" como había imaginado. Pat comenzó a hablar.

- Soy Pat. Pat Coolidge, del clan Brujah. Soy Anarquista, del Estado Libre Anarquista de Los Ángeles, y no sirvo a Secta o señor alguno.

Aquel discurso se lo había aprendido con gran rapidez. Cuando no conocía a algún chupón, era la mejor forma de decir "eh, tío, no me importa de que secta seas. Yo soy Anarca". Con ello, era lo suficientemente bueno para las convenciones del Sabbat, y lo suficientemente tolerable para las de la Camarilla. En una ciudad extraña como aquella, de tendencias políticas desconocidas, era mejor mantenerse cauto ante los extraños... antes de bebértelos, claro. En realidad, Pat no era Anarquista. Pat era un Diabolista a quien, sorprendentemente, le gustaba la política de la Camarilla (y esperaba que, en un futuro lejano, él mismo sería uno de sus miembros más viejos); y aborrecía a los Sabbat, que practicaban la Diablerie como si de un deporte se tratase. La Diablerie, maldita sea, era todo un arte. Había sobrevivido todos aquellos años porque era rápido, de cuerpo, mente e instintos. Y porque era más "hijoputa" que los demás...

- Ah, un Anarquista -murmuró sonriendo el extraño-. Y, dime, Pat Coolidge, del clan Brujah, ¿qué hace un anarquista norteamericano como tú en la vieja España?

- Verás, tío -Pat era consciente de que debía ofrecer una respuesta convincente. Aquel individuo podía ser cualquier cosa... desde un desgraciado hasta un puto Arzobispo. Afortunadamente, había preparado escrupulosamente la coartada para el caso en que le hiciera falta-, he llegado junto a unos amigos hoy, desde Dallas. Pensábamos enlazar en un vuelo a Londres. Allí vive una tía colega nuestra que hace una exposición de pintura de esa, de la rara, con muchos colores y pocas formas, ya sabes... . El caso es que le hacía ilusión que fuésemos a visitarla y nos dijimos... ¡eh!, ¿por qué no?. Al fin y al cabo, nunca hemos visto Londres más que en las películas... pero se nos ha jodido la puta combinación y tendremos que estar aquí hasta pasado mañana noche...

- ¿Unos amigos?

- Sí, el "Chino" y "Músculos"... . La verdad, pasamos hasta los cojones de la exposición de mi amiga, pero nos hace mucha ilusión ver la noche londinense... los Pubs, el rock en directo, las pibas...

El extraño sonrió. - Ya veo. Una excursión.

- Sí, tío, algo así. Claro que ahora estamos un poco acojonados... nuestra amiga había arreglado una entrevista con el "Prince" de Londres, pero ahora... . O sea, somos anarquistas de los buenos, que conste, pero pasamos de malos rollos mientras estemos fuera de casa... . Lo nuestro es más a escala americana, no sé si me entiendes...

- Perfectamente -aceptó el tipo. Pat tuvo la sensación de que se lo había tragado todo hasta el mismo hígado, de forma que prefirió no tentar la suerte dándole los números de vuelos (lo tenía jodidamente bien estudiado). Decidió contraatacar.

- Así que hemos decidido presentarnos ante el jefe del lugar. Sea Príncipe o Arzobispo, lo cierto es que nos la pela bastante... -esperaba que el tipo captara la indirecta, pero no fue así-. En fin, ¿quién manda aquí? ¿La Camarilla o el Sabbat?
El extraño dio un enorme sorbo a la cerveza (¡joder, el muy capullo se la bebía de verdad!) y dijo simplemente:

- Lo cierto es que no lo sabe nadie.

- ¿Cómo dices?

- Lo que oyes, Pat Coolidge, del clan Brujah. De hecho, a fecha de hoy en Valencia hay un Arzobispo y un Señor.

- ¿Un Señor? -preguntó Pat realmente confuso.

- En España, los príncipes suelen darse a sí mismos ese título. Y se refieren a sus principados como "Señoríos". No sé si sabes que España es un lugar de tradiciones más viejas que las Sectas vampíricas...

Pat aceptó. - Bueno, sí. Todo ese rollo de que las Sectas eran viejas cuando se fundaron los EEUU, pero que Europa lo era aún en mayor grado cuando se fundaron las Sectas... . La verdad, a mí tanto me tiene. Los vampiros son iguales en todas partes. Los jóvenes son jóvenes, y los viejos, viejos. Hay muchos Antiguos en los EEUU...

- Sí -admitió el extraño-. Pero son los que abandonaron Europa. En gran medida, son los "perdedores" en sus particulares guerras. ¿Has conocido a algún Antiguo americano que no hable con profunda añoranza o profundo rencor de su patria natal? ¿Alguno expresa indiferencia, al hablar de Europa?

- Pues no. Ahora que lo dices, están todos jodidamente jodidos... -de pronto, Pat se dio cuenta de que no sabía el nombre de aquel tipo... ¿por qué le recordaba tanto a su profesor de historia del colegio?- Por cierto, tío, ¿cómo te llamas?

- Me llamo Ramón. Ramón Cuesta Ballesteros, para ser exacto -Pat se dijo que se había equivocado en lo del posible origen oriental del tipo. Así pues, era español-. Soy valenciano -(vaya, ni que hubiera leído sus pensamientos)-, y pertenezco al clan Gangrel. Voluntariamente, me he desligado de la Camarilla, como tantos otros compañeros de clan.

- Vaya, tío. Encantado -Pat ofreció la mano y el tal Ramón se la estrechó con firmeza. Aprovechó aquel momento para tratar de leer el aura del Gangrel, y comprobó, alborozado, que finas vetas negras aparecían por doquier en ella-. Entonces, dime, ¿qué me recomiendas?. O sea, ¿qué debemos hacer?, ¿buscar al Arzobispo o al Príncipe?

- "Señor"...

- ... lo-que-sea.

- Pues... -Ramón pareció meditar la respuesta mientras bebía otro gran sorbo de cerveza. Realmente, aquel individuo parecía tan lento de reflejos como Pat siempre había imaginado que serían los vampis europeos-, yo te recomendaría que no hicieses ni una cosa, ni la otra. En Valencia se está librando una guerra de verdad. Ahora mismo, o estás implicado, o escondido, o muerto. No seríais bien recibidos por ninguna de las dos facciones. De hecho, has tenido mucha suerte de encontrarme a mí, en lugar de a cualquier otro...

- Pero esta es una ciudad muy pequeña a la hora de mantener los chupones necesarios para una guerra... . Y, además, un Arzobispo y un Prin... "Señor" juntos en una misma plaza... ¡Joder!, ¿qué tipo de guerra se está librando aquí?

- Una muy compleja, para tus convenciones americanas. En efecto, no hay muchos vástagos en Valencia (aunque los pocos que viven aquí son muy competentes en el asunto de sobrevivir...), pero tampoco son imprescindibles en una guerra como la que aquí se disputa. El Sabbat español no es el Sabbat que tú conoces... aquí son indeciblemente más sutiles. En ocasiones, más que sus contrapartidas de la Camarilla. En este país, no lo olvides, la Camarilla está en increíble minoría. La lucha en las calles de Valencia, la suelen librar las bandas de Ghouls y criados. Los Vástagos suelen combatir en otro nivel; diríase que pelean en el Ayuntamiento...

- Bueno -atajó Pat-, lo cierto es que lo prefiero así. No tendremos que cruzarnos con nadie, de forma que no encontraremos problemas... Una pregunta más, ¿has oído hablar del Guardián de la Catedral?

- ¿El Guardián de la Catedral?

- Sí, el tipo que duerme allí. En L.A. se dice que el muy cabrón tiene el "Cáliz Oscuro" de Lameth... es muy famoso. Te aseguro que mucho más que esas... "Fallas" vuestras...

- Ya veo, el Guardián... . Vaya, veo que su sombra es alargada... ¿Qué deseas saber de él?

- No sé... ¿quién es el tipo?. ¿Es cierto lo del Cáliz?

- Bueno, "el tipo", como tú lo llamas, es un Lasombra llamado Guillén (o Guillem) de Montañana. Se dicen muchas cosas de él, aunque pocas buenas. En todo caso, ninguna es más cierta que las demás. Hay quien asegura que es un antitribu, que no es un Lasombra y hasta que no es un vampiro... pero sea lo que sea, seguro que es muy viejo. Y en cuanto al cáliz... no tengo ni idea. Don Guillén guarda algo, es evidente, pero no sabría decirte qué. -El tal Ramón abrió los brazos, como diciendo "es todo lo que sé". Pat sonrió, se levantó de la silla y alargó de nuevo la mano, estrechándosela por última vez.

- Que vaya bien por aquí, tío. Tengo que encontrarme con mis amigos.

- Suerte para ti, Pat Coolidge. La necesitarás...

Pat sonrió. Aquel bastardo se había dado cuenta, lo cual no era difícil, dadas las preguntas que le había formulado. Si se había atrevido a tanto, era por el aura de diabolista del tal Ramón. Pero ahora ya daba igual. Aquel tío le había informado bien, y pensaba pagarle... cumplidamente. Un cruce de saludos final y Pat salió al exterior. Rápidamente, buscó cobertura, hallándola tras un contenedor de basura y aguardó, pacientemente.

Y tan pacientemente...

Capítulo III.

"Chino" estaba de muy mal humor. Llevaban caminando más de una hora y media, y la frase que más habían escuchado en ese periodo de tiempo era: "all completed". ¿No sabían decir otra puta cosa en inglés aquellos malditos españoles?. El caso es que las fiestas que estaban celebrándose en Valencia habían agotado las plazas hoteleras de la ciudad. Ni una miserable habitación en la más pútrida pensión, ni la jodida Suite presidencial del mejor de los hoteles. Nada. "Músculos", por su parte, parecía pasárselo pipa. No dejaba de repetirle "cuando Pat descubra que no has encontrado ni una maldita habitación para nosotros, te dará tal patada en el trasero que descubriremos un nuevo método para la exterminación de chupones...". El muy idiota no se daba cuenta de que, encontrar un refugio, era ya cuestión de vida o muerte. Se limitaba a decir, sonriente, "yo me ocupo de las putas maletas. Nadie va a poner sus apestosas manazas sobre ellas, puedes apostar por ello. Ocúpate tú de los refugios." Finalmente, decidieron (mejor dicho, decidió él) encaminarse a las zonas más oscuras de la ciudad, a las menos transitadas... allí podrían encontrar algún hostal de tres al cuarto o con algo de suerte, algún chupón desarrapado que se "ofreciese" a compartir refugio con ellos tres. En aquel momento, el consejo de Pat acerca de esquivar a los chupones del lugar ya no tenía sentido. Tenían que encontrar refugio, o morirían con el nacimiento del nuevo día.

Descubrió que aquella ciudad, al igual que todas, también tenía su zona marginal. Putas, travestíes, homosexuales, camellos, yonquies... en fin, el pack completo. Con helicóptero y todo. Descubrió, igualmente, que aquel ganado marginal tampoco hablaba demasiado bien el inglés, con lo que pasaron prácticamente todo el tiempo mirando hacia las alturas, esperando encontrar algún cartel con la palabra "Hostal" reluciendo para ellos.

Tal vez por eso no vieron a la fugaz sombra que les adelantó, pasando veloz a escasos centímetros del brazo de "Chino".

Unos minutos después, "Chino" alzó la mano, indicando a "Músculos" que detuviese sus pasos. A la vez, con el índice de la otra mano sobre sus labios, demandó silencio a su compañero. "Chino" había escuchado algo. "Músculos", por el qué dirán, aguzó al máximo su oído. No poseía el don de "Chino" o de Pat, capaces de escuchar los pasitos diminutos de una cucaracha sobre la mierda, pero lo cierto es que no era es su especialidad... en todo caso, tenía una buena imagen de su oído, imagen que permaneció intachable al descubrir, posiblemente procedente de la siguiente esquina, un inconfundible sonido... de sorber, chupar, sorber, chupar... . Un vampiro estaba alimentándose delante de ellos. Y de forma notoria, pensó "Chino", quien lo escuchaba con mucha mayor facilidad que su enorme compañero. Cautelosamente, decidieron avanzar.

La primera impresión de "Músculos" se vio inmediatamente confirmada: tras la esquina, a unos pocos pasos, un desarrapado vástago estaba alimentándose de un vagabundo. El vampiro les daba la espalda, pero era evidente para ambos que se trataba de un Nosferatu. Para empezar, estaba ese desagradable aroma agrio que muchos destilaban, debido a las numerosas llagas pustulentas que solían cubrir los cuerpos de muchos de ellos. Después, el aspecto particular del individuo en cuestión... en este caso, un ser de algo más de dos metros de alto, voluminoso (aunque "inflado" sería el calificativo correcto", con piernas largas y deformes e inacabables brazos...; y luego estaba, como no, la cabeza, aproximadamente del tamaño del estadio de los Yankies, toda pústulas de grasa, restos de cuero cabelludo aquí y allá, y aquellas orejas enormes y raídas... vamos, toda una belleza. Y eso que la cara todavía estaba ocult...

El Nosferatu se volvió repentinamente. Los había oído, sin duda. "Músculos" tuvo que reprimir una muestra de asco (no lograba acostumbrarse a aquellos tipos... ¡Joder!, ¡eran repulsivos!). Diríase que su rostro se deformó en una expresión de sorpresa y pánico, pero claro, con semejante rostro era difícil interpretar movimiento facial alguno. El Nosferatu tenía unos ojos enormes, que no parecían parpadear, con el iris casi ovalado, al modo de los felinos. Su nariz era extremadamente grande, como una patata, y repleta de llagas y granos de pus. Y la boca era pequeña, para acabar de rematar la faena, aunque, eso sí, tan repleta de dientes como la del maldito tiburón de la peli de Spielberg...

- Dios santo -musitó "Chino"-, vaya asquerosa mierda... -de pronto, deseó haberse tragado sus palabras. Deseó, al menos, que aquella monstruosidad no entendiese el inglés... pero no tuvo suerte.

- ¿Quiénes sois? -exclamó aterrorizado el "Nosfie", en un deficiente inglés. "Músculos" sonrió... sí, ese puto monstruo le tenía miedo. Así tenía que ser.

- Somos dos viajeros -respondió "Chino", recompuesto de la sorpresa inicial-. Venimos de América, de los Estados libres... somos Anarquistas.

- ¡No!, ¡no me hagáis daño!... tengo amigos... ¡Amigos poderosos!

- Tranqui, tío -dijo tranquilamente "Músculos"-. No te haremos daño. Como dice mi amigo, el fumanchú, somos dos viajeros -alzó la mano derecha a modo de saludo Sioux-. "Venir en son de paz", so capullo...

El Nosferatu desvió la mirada con rapidez, a derecha, izquierda, como buscando compañía o una posible vía de escape. Pareció darse cuenta de que era mejor no moverse del sitio. El vagabundo que estaba a sus pies comenzó a despertar, por lo que decidió darle un tremendo golpe con la cabeza sobre el suelo. "Chino" frunció el ceño pensando, "joder con el Nosfie". El extraño habló de nuevo, aparentemente más tranquilo.

- ¿Sois anarquistas? Curioso... ¿y qué hacen dos anarquistas en Valencia?. ¿Habéis venido a ver las Fallas?

- No -respondió "Chino", quien se sabía bien la papeleta-, no hemos venido a ver las putas Fallas. Estamos de paso. Viajábamos a Londres, pero un problema atmosférico retrasó el vuelo que tomamos en Dallas, haciendo que perdiésemos la conexión. Ahora estamos colgados aquí, hasta pasado mañana, más o menos...

- Sí -apuntó "Músculos"-, pero tenemos un problema de la hostia...

- Un problema, ¿un problema, habéis dicho? -los ojos del bicho parecieron iluminarse. Desde luego, los Nosferatu eran iguales en todas partes...

-Que sí, tío -prosiguió "Músculos", íntimamente feliz de haber logrado atraer la atención del "Nosfie"- No tenemos refugio para pasar la noche. Estamos buscando como dos gilipollas, pero nada, ni de coña. Todo completo. Y para postre, aquí no habla inglés ni Dios, así que... dime tú que podemos hacer...

- ¿Un refugio para vosotros dos?

- Bueno -dijo "Chino"-, en realidad somos tres, ¿sabes?. Nuestro colega está por ahí, buscando por su cuenta.

- Tres anarquistas buscando refugio en Valencia, en plenas fallas... . Chicos, no es por desanimaros, pero lo tenéis crudo... -confesó el nosferatu.

- ¿No podrías ayudarnos? -preguntó "Músculos"-. Seguro que conoces un montón de rutas subterráneas, líneas de metro desiertas... ya sabes, todas esas cosas de nosferatus... El extraño sonrió. O, al menos, hizo algo con la cara que, con cierta imaginación, podía ser tomado como una sonrisa...

- Esto es Valencia. Estamos junto al mar, y el subsuelo es muy peligroso. Corrientes de agua, humedad, desprendimientos que te sacan a la luz del día... . Y el metro tan sólo tiene tres líneas (que son dos túneles, en realidad), muy transitadas y cercanas a la superficie. Es duro vivir bajo tierra en esta ciudad... pero, tal vez, podría ayudaros... "Chino" sonrió. Daba gusto tratar con estos bichos, pensó. Siempre dispuestos a ayudar...

- ¿A cambio de qué, si puede saberse? -preguntó.

- Bueno, lo cierto es que no necesito nada, en estos momentos. Tal vez más adelante, en el futuro...

"Chino" acentuó la sonrisa. De verdad que el bicho estaba gilipollas. Era evidente que no sabía que, para los Anarquistas, tan sólo valían las deudas contraídas entre ellos. ¿A qué santo iban ellos, veteranos diabolistas y enemigos de todo el mundo, a devolver un favor a semejante aborto con patas?. Pero hablar era gratis...

- Por supuesto. Lo que tú digas. Danos una solución y nosotros quedaremos en deuda contigo. Te lo juro por mi sangre.

- Y yo, tío -afirmó "Músculos", quien sí se tomaba en serio las deudas-. Por mi puta sangre maldita.

xxxx

Cuando los dos Anarquistas se marcharon, la cara del Nosferatu mudó. De pronto, y pese a toda su fealdad, irradiaba una tremenda sensación de fría seriedad, muy lejos del pánico con que la había disfrazado. Aquellos dos estúpidos le habían desviado de sus objetivos, y lo pagarían caro. Había rezado para que no se metieran en líos desde su llegada al aeropuerto, pero no hubo suerte... ¿y dónde estaría el tercero?. Afortunadamente, no dudaba que sus "pequeños" amigos lo habrían seguido eficientemente. Se irguió completamente, ascendiendo hasta los dos metros diez que medía en realidad y frunció (o lo intentó al menos) el ceño. Después, alzó la mirada al cielo. El helicóptero se había esfumado una vez más, cuando casi lo tenía.
Pero la próxima vez no se escaparía.

xxxx

En el interior del local, Ramón extrajo un pequeño portátil del bolsillo del pantalón deportivo. El teléfono estaba emitiendo vibraciones.

- Dime -preguntó en húngaro.

- Amo -respondió una voz masculina en castellano-, como usted dijo, el bastardo con cara de capullo le está esperando fuera, tras un contenedor.

- ¿Estás bien oculto?

- Como siempre amo, en el piso de siempre. Con el Dragunov cargado y listo...

- No es necesario.

- ¿No? ¿quiere que avise a los chicos?

- He dicho que no será necesario -atajó Ramón-. Saldré volando por la ventana del Water, como otras veces. No tengo ganas de comenzar un altercado en plenas Fallas. Demasiado llamativo.

- ...

- ¿Has recibido noticias de los Bratovitch?

- Sí señor. Los otros dos gilipollas están buscando alojamiento como desesperados... . A quién se le ocurre venir a Valencia en plenas Fallas sin tener un refugio asegurado... . Son de lo más ridículo. Uno de ellos va cargado como una mula con dos maletas, aunque no parecen pesar demasiado...

- Olvidas que estás hablando de un vampiro. Imagino que será el tal "Músculos"...

- ¿Quiere que hagan "algo" con ellos?

- Vaya, vaya -murmuró Ramón divertido-. Quisiera saber a qué te refieres cuando dices "algo". Me confieso sorprendido ante tu recién descubierta iniciativa. Tal vez no sea esa una actitud muy saludable...

- ...

- En todo caso, dejadlos en paz. Diles a los Bratovitch que observen, pero que no intervengan. ¿Has averiguado algo acerca del aullido de La Albufera?

- Bueno, señor... los chicos dicen que no hay duda posible al respecto. Una vez más tiene usted razón. Es Neto.

Ramón frunció el ceño.

- Ahora ya da igual. Con él nunca se sabe... y en cuanto a los extranjeros... espero por el bien de esos dos muchachos norteamericanos que no se encuentren con nadie... autóctono.

- Pues comience a sentirlo, Amo. Los Bratovitch acaban de hablar conmigo por el micro. "El Señor de Valencia" los ha encontrado y está hablando con ellos. Ramón se alarmó.

- ¿Don Juan de Vilanova?

- El mismo repugnante bicho...

- ¿Ha visto a los Bratovitch?

- ¿En el Helicóptero? ¿está bromeando, Amo?

- Diles que se retiren de inmediato. Y que den una vuelta muy larga antes de aterrizar...

- ¿Y los extranjeros?

- Ya no son cosa mía -suspiró-. Esos dos pardillos están muertos.

Capítulo IV.

Pat observó una última vez el reloj de muñeca. Ya habían transcurrido dos horas y media desde el momento en que se habían separado. Los muchachos estarían esperándole, y aquel "hijoputa" no salía. Por mucha paciencia que tuviese, tenía que volver con sus colegas, de forma que el tal Ramón tendría que esperar. Por si acaso, Pat volvió hacia la puerta, mirando de nuevo a través del cristal. El vampiro moreno se había esfumado, como había imaginado. El muy cabrón, había jugado con él, escapando con toda seguridad por alguna puerta trasera. Pat sonrió: aquello lo hacía más divertido... volvería a encontrarse con aquel cerdo español. Pero de momento, tenía cosas más importantes que hacer. Desanduvo sus pasos, volviendo hasta la calle "Carrer Archiduque Carlos" en apenas quince minutos. Los chicos no habían llegado aún, por lo que decidió dar un vistazo al Monumento, al cual llamaban Falla. Lo cierto es que era francamente espectacular... los muñecos que representaban figuras humanas estaban realmente bien pintados. La obra en conjunto destilaba el inconfundible aroma de la crítica social, escudada por un claro tono humorístico... y eso que Pat no tenía ni pajolera idea del idioma en el cual estaban escritos los pequeños carteles que describían las diferentes escenas. Era una obra francamente formidable, y sonrió al imaginar lo que ocurriría si un Toreador Americano pudiese ver aquello... quedaría tan impresionado que ni la luz del sol podría moverlo del sitio. Putos Toreadores...

Al regresar a la calle, esta vez en la hora convenida, comenzó a preocuparse. Los chicos no habían regresado. Si hubiesen encontrado refugio, habrían acudido prestos para pasear orgullosos su logro, y de no haberlo logrado, igualmente rápidos habrían sido en acudir hasta él. Sólo él tendría la capacidad de sacarlos del atolladero, habrían deducido los muy capullos... . Pero no acudir... aquello no podía ser bueno, no señor. Tenía que haberles pasado algo. Pat extrajo del bolsillo interior de la chaqueta su teléfono móvil. No había pensado en él hasta ese momento, pero cada uno de ellos tenía un aparato. Lo encendió, introdujo el PIN y esperó... en vano. No había cobertura de su red de telefonía en aquel país. ¡Capullo! Debía de haber caído en la cuenta... ¡maldito capullo!.

Pat miró de nuevo el reloj. Las tres y media de la madrugada... ¿a qué hora amanecía en aquel lugar?. De pronto, una oleada de pánico le invadió, golpeándole de forma demoledora. ¿Y si allí se hacía de día a las cuatro de la madrugada?... no, en aquellas latitudes amanecería más tarde, tal vez a las siete menos algo, pero... ¿y si se equivocaba?. Por vez primera, se dio cuenta de que no sabía nada de aquel lugar, o al menos, no lo suficiente para poder sobrevivir. Era una ciudad en guerra, y las ciudades en guerra eran extremadamente hostiles para los anarquistas, por lo que su coartada era particularmente inútil. Nadie se fiaba de un anarquista en medio de una hostilidad Sabbat-Camarilla, y con razón... ¿quién podría estar seguro de dónde estaban las lealtades de esos tres anarquistas recién llegados de norteamérica? Joder, casi sería mejor admitir que eran diabolistas... "¡Eh, tíos! ¡No os preocupéis por nosotros, que venimos en plan chupa-al-antiguo-y-marcha...!, ¡Seguid con vuestro rollo guerrero, que con nosotros no va la cosa!".

Las cuatro y doce minutos.

Era evidente que los muchachos no vendrían. Y Pat no iba a quedarse a esperarlos ni un segundo más. Había visto unas copas de árboles agrupadas cuando estaba persiguiendo al Gangrel, muy cerca del "Síbaris". Imaginaba que sería algún tipo de "Central Park", por lo que decidió encaminarse hacia el lugar. Afortunadamente, él sabía fundirse con la tierra. Nunca pensó que tal talento le sería de tanta utilidad.

- ¿Dónde coño se habrán metido ese par de capullos? -Murmuró colérico mientras comenzaba a andar.

xxxx

"Chino" observaba el pequeño y mugriento mapa que el Nosferatu le había regalado. Ya debían estar cerca del puerto. Con suerte, tendrían tiempo de sobra para dejar las maletas, tomar algo rápido y volver al encuentro de Pat a la hora prevista. Como ya conocían la zona marginal, no creía que tuviesen problemas a la hora de procurarse alimento. Total, no pensaban tomar un puto banquete de sangre de alta calidad...

El Nosferatu les había advertido. El refugio no era seguro. Al parecer, era una gran nave, un almacén, rodeado de cámaras de seguridad y esquivado por los mortales durante el día, que servía a los mandamases del Sabbat como refugio temporal. Allí era donde acudían las manadas de guerra que llegaban a la ciudad, y donde descansaban el resto de manadas temporales de la ciudad. De forma que el Nosferatu (uno de esos Nosferatu Antitribu que son exactamente iguales que los normales) les había aconsejado que se hicieran pasar por Sabbat de paso. Tal vez una manada de exploración con destino a Londres sería lo adecuado, pues encajaba con su historia real (es decir, con el cuento que le habían largado al "Nosfie"...). En otros días, su identidad de Anarquistas no hubiese sido rechazada (al menos, el Sabbat americano se portaba bastante bien con ellos... salvo por el hecho de que enseguida se empeñaban en enterrarte para que te abrieras paso hasta la superficie tú solito...), pero según decía el Nosferatu, Valencia estaba en guerra, y el Príncipe de la ciudad (o "Señor", como se empeñaba en llamarlo el bicho) era otro Nosferatu con muy mala leche y poca paciencia con los extranjeros. El Arzobispo era, siempre según el bicho, un ser mucho más razonable (por lo que decía el "Nosfie", allí, en España, los Lasombra eran tipos no del todo despreciables. Al menos, no más despreciables que los demás). Así que ya tenían refugio.

"Músculos" parecía bastante orgulloso de él, lo cual hacía que se sintiese todavía mejor... seguro que a Pat le iba a encantar. El único problema era lo del puto Latín. Según parece, y como ya había repetido muchas veces aquel bicho asqueroso, las cámaras de vídeo prepararían a los tipos de dentro del refugio, por lo que, para evitar que te diesen por culo con una escopeta a las primeras de cambio se había establecido un rígido sistema de contraseñas: "ellos te decían algo, tú respondías otra cosa y adentro, chicos, que hace frío...". Pero a algún capullo (probablemente al Arzobispo) se le había ocurrido la feliz idea de hacer las contraseñas en Latín. Los cojones... ¿quién coño hablaba Latín en pleno año 2000?. Curiosamente, a "Músculos" se le había dado bien todo aquel jodido rollo lingüístico, y andaba mientras repetía sin cesar aquello de "et lux perpetua luceat eis", y la otra puñetera frase que a "Chino" se le escapaba. Por supuesto, el "Nosfie" estaba tan a dos velas como ellos. El sólo conocía la contraseña, pero ni repajolera idea de lo que significaba. En fin.

Hacia un rato que habían llegado al puerto. Tuvieron que realizar pequeños ejercicios gimnásticos para superar el jodido control policial, pero a esa hora de la noche hasta los perros tienen sueño, y no les fue difícil entrar dentro del perímetro vallado. Joder, ellos eran diabolistas. Si podían acabar con las defensas del refugio de un abuelo... ¿qué dificultades iban a encontrar en aquel pequeño puerto de provincias?. Pero encontrar el almacén no fue cosa fácil. El Nosferatu les había indicado como llegar, aunque lógicamente era más fácil decirlo que hacerlo, y el mapa se limitaba a la zona en general, y no a todos y cada uno de los jodidos almacenes. Para colmo, "Músculos" seguía dándole al Latín, evidentemente divertido, lo que dificultaba su concentración. Súbitamente, su compañero dejó de hablar y se detuvo, señalando al frente. A unos cien metros de distancia podía verse un almacén, con luz eléctrica funcionando y cámaras de seguridad en cada esquina. Allí estaba el refugio.

Llegaron a la gran puerta metálica con cuidado, dejándose ver. No querían alarmar a los de adentro. Cuando llegaron a la puerta, una voz preguntó desde el interior:

- "¿Domine, dona eis requiem aeternam...?"

"Chino" miró a "Músculos", expectante: "... et lux perpetua luceat eis", tío. "Et lux pertetua luceat eis"

De nuevo, la voz preguntó.

- "¿Benedictus qui venit...?"

Y "Músculos", de forma resuelta: - "... in nomine Domini". Chúpate esa, chaval, que hablo mejor que un puto romano.

La puerta eléctrica comenzó a abrirse lentamente. De haber podido, "Chino" habría sudado a causa de los nervios. "Músculos", en cambio, parecía de lo más contento, con toda la mierda aquella del Latín. Finalmente, la puerta se abrió del todo y ante ellos se presentó la imagen de una gran nave, repleta de cajas de material y tres tiendas de campaña "canadienses" en el interior. Frente a ellos había dos hombres, vestidos con ropas deportivas. Ambos tenían una cinta de armas a la cintura, con una pistola y un cuchillo de campaña. Además, cada uno de ellos tenía en la mano una escopeta. "Chino" comenzó a hablar...

- Hola. Somos americanos y no hablamos su idioma. ¿Alguno de ustedes sabe hablar...

... dándose cuenta de que, al cuello, los dos tipos llevaban colgando una enorme cruz de madera. Se dio cuenta de que eran humanos un segundo más tarde de que, a su vez, los putos mortales descubrieran que ellos no lo eran. El más alto de ellos dijo en castellano:

- Mira tú por dónde...

Y disparó a bocajarro con la escopeta sobre la cara sorprendida de "Músculos", quien cayó al suelo sin decir "esta boca es mía". Aunque, eso sí, sin soltar las maletas. "Chino", sin pensar, dio la vuelta, trató de ofuscarse y, utilizando todas sus energías, hizo uso de la Celeridad para salir por piernas como alma que se lleva el diablo. Dos disparos le alcanzaron en la espalda, pero logró escapar. Sólo dejó de correr cuando sus pies le informaron de que ya no había suelo bajo ellos.

Con un estruendoso chapoteo, se hundió en el Mediterráneo. Por sus huevos que de ahí no saldría hasta el siguiente anochecer.

xxxx

Oculto por la oscuridad, Don Juan de Vilanova, Señor de Valencia, contempló meditabundo toda la escena. Realmente, aquellos hombrecillos de la hasta pocas noches atrás desconocida organización de "Ultium" tenían los hígados bien puestos. Quizá pudiera utilizarlos. Tras ver como los dos humanos arrastraban al llamado "Músculos", Don Juan dio por terminada la noche. La tregua estaba para ser aprovechada, vive dios, y todavía no había visto la Falla Del Pilar...

Capítulo V.

Cuando Pat estaba cerca de la zona boscosa (llamada "los Viveros"), escuchó a un grupo de turistas ingleses referirse a la Catedral. Que si era muy bonita con la iluminación artificial, que si Barroco en estado puro, que si miles de ramos de flores procedentes de "La Ofrenda" aromatizando la plaza de la Virgen... Pat se dio cuenta de que todavía no había visitado la Catedral. Era su objetivo, pero ni tan siquiera se había preocupado por ella desde el momento de la llegada a Valencia, unas horas atrás. Ahora, sabedor de que él solo no podía arriesgarse a entrar, así como de la verdad de que sus compañeros debían estar bastante muertos, sintió la necesidad de verla, únicamente durante unos minutos, para tratar de descubrir si podía sentir al misterioso Guardián en su interior. Quizá los chicos no habían muerto, y podían regresar otra noche para acabar lo que habían empezado, o tal vez pudiese reunir a otro grupo más capaz. Europa sería una excelente zona de caza... . Pero en aquel momento, tendría que retirarse. Su ballena blanca particular tendría que esperar.

Pero no abandonaría Valencia sin ver la Catedral.

Decidió aprovechar bien aquellas horas de noche que le quedaban para hacer una visita fugaz al templo y tomar algo antes de enterrarse. Encontrar la Catedral no fue difícil: sólo había que seguir el aroma a flores que crecía hasta desembocar en la Plaza de la Virgen. Allí, un enorme mosaico floral, representaba la imagen de la Virgen María con su Chiquillo... . Por suerte para Pat, aquel no era un lugar de fe, pero aún así, la devoción de las miles de falleras que habían llevado aquellos ramos hasta allí le producía un evidente malestar. Los pelos de su nuca se erizaban, en señal de protesta, por lo que decidió dar la vuelta y encaminarse directamente hacia el Templo, al otro lado de la Plaza de la Virgen.

Lo cierto es que la Catedral le decepcionó.

Una Catedral aparentemente pequeña, baja, lejos de los excesos Góticos. Se decía que era exquisita en su concepción Barroca, pero a Pat no le impresionaba una mierda. Olvidando el templo, se concentró en su Guardián. Extendió sus sentidos, a la búsqueda de lo sobrenatural y... con un sobresalto abrió súbitamente los ojos que se habían cerrado por propia voluntad. ¿Qué era aquello tan enorme que había sentido?... estaba dentro del Templo, sí, pero ¿qué era? Fuese lo que fuese, había llegado a embotar sus sentidos sobrenaturales. Se dio cuenta de que incluso podía sentirlo sin utilizar sus poderes... allí dentro había algo. Algo...

Unas garras pétreas le tomaron por los brazos, desde la espalda. Había estado tan embobado que no se había dado cuenta de que alguien le había rodeado. Cuando se disponía a luchar comprobó, aterrorizado, que se estaba elevando en los aires. ¡El ser que le tenía sujeto podía volar! Comenzó a gritar, hasta que el ser le soltó desde gran altura. El golpe contra la techumbre del Templo le rompió varios huesos. Comenzó a sangrar. Una voz. Desde algún lugar a su espalda, alguien dijo algo en Mexicano, pero no comprendió el significado de las palabras. Atemorizado, gritó en inglés.

- ¡Quién cojones está ahí!. ¡Joder!, ¡quién está ahí!- Entonces la misma voz, serena y grave, le respondió, igualmente en inglés, desde otro lugar, a su espalda de nuevo.

- Vaya, veo que domináis la parla inglesa...

Pat se sorprendió ante aquellas palabras. Miró hacia los lados, pero no descubrió a nadie. Allí sólo estaba él, y el cabrón "hijoputa" que le había agarrado, claro.

- ¡Pues sí! ¡hablo inglés de puta madre! ¡Será porque es mi jodida lengua materna!

El extraño volvió a hablar desde la espalda de Pat. Hiciese lo que hiciese, aquel escurridizo tipo siempre lograba situarse a su espalda, y sin hacer ruido. Aquello le ponía nervioso. Pero la respuesta del desconocido le puso aún más nervioso.
- Yo odio a los ingleses. Esos hijos de perra son falaces, taimados y unos hijos de Judas hasta la médula.

Pat sintió que no era bueno cabrear a aquel individuo...
- Joder, ¡Yo SÍ que odio a los putos ingleses!. Si serán cabrones, con todo eso del criquet y el rugby... vamos, ¡unos cerdos de primera!. Pero yo soy americano, tío.

- ¿Americano? -de nuevo a su espalda.

- Sí joder. Somos los putos enemigos de los ingleses... ¡le dimos por culo en la guerra de independencia!

- Ah, sí. América. He oído hablar de ella. Una vez me dijeron que el norte fue poblado por toda la mayor suciedad inglesa... sus pordioseros, prostitutas, ladrones, asesinos... . ¿Ese es vuestro país, señor Patrick Coolidge? ¿un país de sucios asesinos de origen inglés? Pat no recordaba haber dado su nombre a aquel tipo...

- Sí, ¡digo, no! ¡O sea, sí, soy americano!. ¡Pero de origen Irlandés!

- Ah, eso cambia la cosa. Los Irlandeses siempre fueron buenos cristianos, respetuosos y honorables...

Pat se relajó. Joder, nunca se alegró tanto de tener sangre irlandesa en sus podridas venas.

- Y, decidme, señor Patrick Coolidge. ¿Qué hacéis aquí?. ¿Qué buscáis, mi sangre o el secreto que oculta mi Catedral?

Pat volvió a estremecerse. Joder, aquel tipo era el Guardián.

- Yo no busco una mierda, tío. Soy un jodido turista, se lo juro por mi sangre.

- Pardiez, cuán deslenguado sois. Creo que primero os cortaré la lengua -Pat comenzó a sudar- y se la daré a comer a los perros. En fin, voto a tal, que pronto amanecerá y quiero disponer cumplidamente de vos antes de dormir. Os diré lo que voy a hacer: os plantearé un acertijo. Si acertáis, os revelaré lo que guardo en la Catedral.

Pat sintió como, por vez primera desde su conversión, comenzaba a sudar. Sudor sanguíneo.

- ¿Y si no acierto?

- Bueno, entonces os entregaré como presa para mi fiel Domingo. Creo que lo conocisteis en la calle... ¿Hermano Domingo?, salid para que este inglés os pueda ver.
De entre las sombras, una figura (que parecía formar parte de la Catedral) volviose animada. Una espantosa figura de piedra y enormes alas correosas avanzó hasta ponerse al alcance visual de Pat.

- Joder... una puta Gárgola Tremere.

- No exactamente, señor Patrick. El Hermano Domingo ya no pertenece a los Tremere. Ahora es mi fiel servidor. Comprendedlo, yo no puedo abandonar la Catedral, pero sigo necesitando la sangre para seguir con mi amargada existencia... . El Hermano Domingo se encarga de proporcionarme ese sustento. No es muy hablador, pero sí muy eficaz.

- ¿Y la adivinanza?

- Por supuesto -la figura del Guardián de la Catedral se hizo visible. Era un hombre muy ancho de hombros, de alrededor de metro ochenta de estatura y complexión fuerte. Era moreno de piel, y tanto sus ojos como sus cabellos eran casi azabaches, de tan negros. Su rostro era serio, y vestía un elegante traje negro. En su mano derecha, llevaba una gran espada desenvainada. Pat no se hizo ilusiones; si el tipo había abandonado las sombras era porque se sabía superior-, el enigma. Decidme, inglés. ¿Qué animal se despierta a cuatro patas, a mediodía camina a dos y por la noche lo hace a tres?

Pat tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no reír.
- Joder, el hombre. Por la mañana a va gatas, por la tarde a dos, y por la noche con el bastón, a tres. La hostia, está tirado. Eso es más viejo que la cocacola.

El Guardián frunció el ceño.

- La... ¿cocacola?

- Sí, tío. Que esa adivinanza la sabe todo dios, que ha salido por la tele no sé las veces, con toda esa mariconada de la esfinge y demás... vamos, hombre, esperaba algo mejor...

- Vaya -murmuró para sí el guardián-, por eso de un tiempo a esta parte todos daban con la respuesta... tendré que cambiar el acertijo...

- Lo que tú digas, tío. Pero yo he acertado tu puta adivinanza. Ahora ¿cumplirás tu parte del trato?

El Guardián sonrió.

- Por vida de Dios que sí. A fe mía que conoceréis el secreto que oculta la Catedral de Valencia. Después, seréis mi alimento. Desgraciadamente, hace años que no pruebo la sangre mortal, la encuentro demasiado... diluida.

Pat tragó saliva, para acto seguido negar repetidamente con la cabeza. Por último, lanzó un desesperado alarido. Murió, de forma definitiva, tres noches más tarde, cuando su mente había ya enloquecido.

xxxx

"Chino" llevaba varias horas corriendo. Tras alcanzar la orilla, había dirigido sus pasos hacia el almacén, con la estúpida esperanza de encontrar a "Músculos" todavía por allí. El cuerpo sin cabeza de su compañero estaba allí, en efecto, pero ardiendo en una enorme pira. Los bomberos no aparecieron en el lugar en toda la noche. Por supuesto, tenían cosas mejores que hacer. Cuando trató de acercarse a la ciudad, casi pierde la cordura. ¡Los habitantes de Valencia estaban quemando los Monumentos a los que llamaban Fallas! ¡A todos ellos sin excepción!. La ciudad era una terrorífica hoguera gigante... demasiado para los castigados nervios de "Chino". Desde entonces había estado corriendo. Ahora, al recuperar la cordura, supo lo debía hacer: Tomar un taxi y salir pitando de aquella ciudad de locos camino del aeropuerto... Joder, que allí había mucha mala leche...

No escuchó los aullidos hasta que era demasiado tarde. Ante él, como de la nada, apareció la terrorífica figura de un vástago, bajo pero enorme, de voluminosos músculos y harapientos ropajes. El vástago tenía las orejas largas, terminadas en punta, colmillos prominentes y una gran cantidad de pelo espeso... y no sólo en la cabeza.

- Er... hola, tío -dijo "Chino"

- El Guardián es mío -sentenció en castellano Neto.

El Lobo había hallado su pieza.

Epílogo

Dentro del sarcófago, el Ser se revolvió, mas esta vez de íntima satisfacción.

Ahora, emplearía unas cuantas décadas para pensar en cómo devolverle la broma a Menele.

Adoraba el Juego.

Sintió el Sopor.

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